miércoles, noviembre 30, 2011

Y DONDE ESTAS, TATITA

"Las grandes alegrías, como los grandes pesares, son silenciosas"
-Shakerley Marmion.

A ti, Tatita.

Mi papá ayer me contó que te vio en la cocina; que, primero, escuchó que estabas lavando los platos, como siempre, mojándote, y que al acercarse a la puerta te vio pasar con el elegante atuendo que vestiste aquel día que te fuiste y el peinado que siempre gustabas hacerte en tus ratos libres, de libertad, en tu casa, cuando no estabas bailando con la escoba o pegada al plumero sacudiendo todo lo que ya habías sacudido dos horas atrás. Mi papá también me contó, cuando estábamos cenando, que lo llamaste, escuché su voz, clarita, clarita, me dijo; que le quisiste abrir la puerta, diciéndole: coco, coco. Él estaba durmiendo (y tú, más que nadie, sabes cuán sagradas son las mañanas cuando duerme) y dice que escuchó que el caño estaba abierto, no sé si fue un sueño o si en verdad pasó, porque mi papá cuando duerme es peor que una roca y nadie lo despierta y nadie le hace chis, cierra la puerta, sólo duerme y no existe nadie más, pero según él, escuchó el caño y tu voz y ¡ay, Tatita! No sé si creerle. Dime tú, ¿de verdad eso pasó?


Y tu misa qué bonita estuvo. Muchas flores regadas, coloridas, como te gustaban y todos juntos, ahí sí estabas, claro, cómo no vas a estar, si todo estaba lindo, Tatita hermosa. Volvimos a la casa cuando la noche nos cubrió y el frío nos hacía temblar como pollos despellejados en plena nieve. Y de la noche surgió una inquietud propia, lógica, me preguntaba porqué sólo a mi papá le pasaban esas cosas y a mí no. Pues no lo sé. Pues así me tocó, quizá. Y así le tocó a mi papá, y ya está, cerrao. Mi papá también me dijo, cuando la misa había concluido, que cuando te vio, te siguió, pero no volteaste, que te metiste rapidito a tu cuarto y que él entró y todo estaba como siempre, tranquilo, y Diana jugando con su hueso azul que le compraste algunos años atrás y el Negro durmiendo, en tu cama, como un chiquito cansado de tanto comer y que embotado se tira a la cama y se queda dormido en un dos por tres; claro, como siempre, dije.

Ya la noche ha entrado y mi papá duerme como una roca. ¿Dónde estás, Tatita linda?

Bueno, quizá no me quieres decir nada o yo que sé, pero sabes dónde estoy, tú sabes, sabes dónde paro, dónde leo, escribo, pienso, te pienso, te busco, tú sabes, y ahí estoy. De repente yo sí quisiera decirte algo, no lo sé, no sé cómo sería, qué pasaría, pero aún pienso en aquel lunes, cuando me dijiste por el teléfono, en la tarde: cuándo vienes carajo, yo te preparo tu cuáquer, pero cuándo vienes a verme y recuerdo que te pregunté: pero cómo estás, Tatita, ¿todo bien? Aún tengo tus palabras: Ahí pues, jodida, como siempre, y te metiste una risa de aquellas, pero de aquellas, una risa que pensé escuchar el martes que prometí ir a verte y hasta ahorita espero escucharla nuevamente, y reírnos juntos, como lo hacíamos. Y sé que en este momento estás viéndome y te estás cagando de la risa con esta crónica que estoy escribiendo, porque cuando te dije que quería ser escritor me miraste como diciendo ya huevón, como me decías siempre, ¿recuerdas? Y ahora mira, paso a paso, me estoy convirtiendo en un escritor, uno bueno o malo, pero un escritor al fin y al cabo; un escritor que es tu nieto y que espera que lo sigas manteniendo derechito y siéntate con la espalda recta, carajo, recuerdo cuando me decías al verme escribiendo, sacando una joroba de padre y Dios mío.


Dejo de escribir y me siento en tu cama, con tu foto al lado, en la mesita de noche que nunca vi que usaste. Le doy play al disco de Luchita Reyes que compré hace poco y sí que hay golpes en la vida tan fuertes, yo no sé. ¡Ay, Tatita! Ahí nos vemos.

viernes, noviembre 25, 2011

TU FOTOGRAFIA

"Que te vaya bien sin mí, si te veo no te conocí, no es tan fñacil pero es parte de este juego; el teléfono nunca mas sonó, ella por mi calle nunca más pasó, no es tan fácil formar parte de tu juego..." Gian Marco.

A ti, querida.

Tu foto está acá, conmigo. Nuestra foto. Un beso y el amor brotando por los poros nuestros, a orillas del mar, y mis ojos cerrados, enamorados, y tus locos cabellos que me volvían loco, negrita, que me hacían pronunciar palabras que nunca antes había pronunciado. No. No la romperé. No tendría porqué hacerlo.  Y es que quisiera mirar todas las noches, antes de irme a dormir, a aquella chica que me hizo sentir de verdad, que me hechizó, que me cautivó desde el primer instante, que, inconscientemente para ella, me enamoraba más y cada día, en cada gesto, en cada palabra, en cada te quiero que ya no se susurrará más y sólo se recordará y se sentirá, haciendo del corazón contento una pena y vacío enorme.

Tu foto está acá, conmigo. También estás tú. Ahora te toca entenderme, tu recuerdo nunca se irá, el olvido nunca llegará… Ahora te toca entenderme, si te dije te amo, alguna vez, o algunas veces, pues no me arrepiento y jamás lo haré. Entonces digo que romper tu foto, para qué, dime, para qué, mi amor; si tan solo es papel, el amor aún está, no en el papel, tú sabes dónde está ese amor… y el recuerdo de esos hermosos meses siempre estarán en mi corazón, siempre.

En la soledad de mi departamento. Ni un pisco acholado me acompaña. Doce y tanto. Llanto y llanto. Que te vaya bien. Te escribiré.

martes, noviembre 22, 2011

LA CHICA QUE AMO


UNO
Mi chica me ha dicho que me ama. Yo le digo que la amo también, que es lo que sale de mi corazón y que, por eso mismo, se lo digo. Reímos por el teléfono. Es mi chica, la chica que quiero tener siempre. Me encanta, me encanta, mis ojos brillan, me encanta. Nos molestamos. Jugamos a molestarnos. Y en serio decimos que no que sí, que sí que no, y entonces cuando nos decimos algo nada es en serio y volvemos a reír, juntos, abrazados. Te miro y te susurro al oído, me encantas, cada día más y más, mi amor.
DOS
Mi chica me ha dicho que soy un niño. Dice que tengo actitudes de un niño, de un bebé de un añito, hasta de menos, que me falta chupón y biberón y la hago linda. Soy tu niño, le digo. Se queda callada, se molesta y me lo hace saber, pero sé que se quiere reír, lo sé, y también sé que quiere decirme, yo también soy tu niña y así como una niñita llorona y engreída me vuelves más loco, mi amor.
TRES
Mi chica me ha dicho que porqué nunca voy a su casa. Me ha cagado, con esa afirmación, sí que me ha cagado. Casi nunca o nunca voy a su casa y no encuentro los motivos convincentes para decirle porqué casi nunca o nunca voy a su casa. Yo siempre voy y tú nunca vienes, me dice. A veces pienso (sé, con toda seguridad) que detrás de todo esto, o sea y mejor dicho, de detrás de todo lo que me dice, que porqué casi nunca o nunca voy a su casa, sé, digo, que su mamá está detrás diciéndole (ordenándole) que vaya, que porqué no voy, que porqué ella siempre tiene que ir a verme y yo casi nunca o nunca voy, y bla bla bla. No vienes porque eres un flojo de mierda, agrega. (Sé que esa frasecita si es de mi chica). De vez en cuando es bueno ser flojo, pienso, pero de vez en cuando, no como yo… y acepto que no voy a su casa por ese único motivo y ella lo sabe y ella sabe más cosas de mí, por eso te adoro, mi amor.
CUATRO
Mi chica me ha preguntado si también me gustan los hombres. A diario, la interrogante es la misma. No tomo desayuno, pero esa interrogante es como mi pan de cada día. Siento que tú y Diego…, me dice, con un gesto de no sé qué, de no sé cómo. Me asusto. Me quedo callado, soy como un niño dormido, así como la canción romanticona, de pura lágrima. Siempre me quedo callado. Siempre, los nervios me ganan, las manos me sudan, la lengua se me traba, no escupo palabra alguna. A diario, siempre descubres algo en mí que ni yo sabía, mi vida; por eso me encantas, me vuelves loco, por eso te adoro, mi amor.

martes, noviembre 15, 2011

TRAS LOS PASOS DE MI SOLEDAD


Me siento solo como un beso sin mejillas, como un abrazo sin sinceridad, como Adán sin alma y sin costillas, como un crimen sin sangre y sin oscuridad… y aunque todo no está bien, allí ando, porque no hay camino y sigo respirando; si me preguntas cómo lo conseguí, la respuesta sería al menos me tengo a mí. 
- Los Aldeanos ft Rapsusklei - Soledad.
Y la noche me agarra en plena calle chorrillana, desolada, y yo ahí, acompañado tan solo de las luces de los postes viejos que son tan largos como este mal día. Camino queriendo perderme. Me pierdo queriendo jamás encontrarme. El silencio no me atemoriza; me tranquiliza, me vuelve otro, me ayuda, me calma, la soledad la siento mía, es mía. Cada vez camino más lento, camino, mirando cómo parpadea la luz de un poste que tiene escrito revolución, actitud, poesía en la parte baja, claramente pintado con aerosol rojo por algún chico que ha encontrado en la calle lo que yo estoy empezando a encontrar, cada vez más seguido, cada nocturna salidita pendenciera, solitaria. Me quedo viendo aquella obra de arte, la contemplo, la contemplo unos minutos más. Una pausa. El silencio reina. Mi tranquilidad.
Y hoy solo encuentro soledad ya /guerra en mis palabras / la oscuridad en estas hojas son pintadas / son las razones / escasez de luz en las canciones / heridas que no sanan y hasta acá su ver se opone.
Mis ojos me han dado gracias por aquellos instantes. Mensaje claro, directo. Y pues, sigo caminando, queriendo ser olvidado y olvidarme a mi mismo, tratando de no olvidar aquellas palabras llenas. No pretendo juzgarme pero sé que la basura al costado mío es aromática, que el desagüe más pestilente es el río Amazonas, caudaloso, maravilloso. Juego el último juego que me toca jugar. Out. Out. The end. Lo juego queriendo perder y ser goleado y humillado y vapuleado desde el primer minuto, y hasta antes, desde la misma previa. Ya no quiero nada, de nadie, ni de mis putos deseos. Digo que quiero irme, que estoy más solo que nunca, que irme de una puta vez sería un bien para la comunidad, irme para no volver volver voooolver, a tus labios ya no otra veeeez.
Hoy respiro paz / tras aquel antifaz / tatuajes en mi cuerpo cuentan de que soy capaz / escribo por las noches / derrocho ya mi tinta…
A veces trato. A veces lo hago. A veces actúo, sin pensar. A veces me ilusiono, e ilusiono. A veces juego. A veces pienso, hago y ya no quiero nada. A veces me desilusiono, y desilusiono. Escribo no queriendo escribir. Escribo con ganas de matar, de matarme, escribiendo. A veces intento. A veces ni lo pienso. A veces salgo, cierta noche, a las tres de la mañana, a caminar, y salgo yo y mi otro yo juntos, caminamos, caminamos y mucho, lentos, seguro él, desconfiado yo, amariconado, llevando en el bolsillo derecho del pantalón lo suficiente para sobrevivir, un gorro con la visera para atrás y unos lentes negros que tapan la tristeza de mis ojos. Y una melodía comienza a sonar en mi cabeza. La escucho hace unos años y hoy, la vuelvo a escuchar. La melodía juega conmigo y yo, camino, más lento aún, porque quiero sentirme muerto en cada paso que dé de aquí en adelante, y más adelante, quizá. Silbo. Silbamos. Mi otro yo y yo estamos juntos, en esto, y siempre.
Hay soledad / te siento más conforme sube mi edad / y a decir verdad / prefiero la mierda con sentido / a la falsa libertad que nos dan / sin un buen plan no habrá pan si los amigos no están…
Conto mis pasos. Con frialdad, miro las huellas cuando vuelvo la mirada hacia atrás, en las pocas veces que volteo la mirada hacia atrás. Las dejo. Las dejaré para siempre, esperando no recordarlas de aquí hasta algún tiempo bueno, si es que habrá algún tiempo bueno. Me veo de aquí a unos años más. Una lágrima. Una pausa. El silencio reina. Mi tranquilidad. Conto mis pasos y dejo una sonrisa pendeja, la sonrisa que siempre me acompaña y que la soledad me enseñó cierta noche, en alguna calle fría y desolada de Lima.
Martes, 15 de noviembre. 10:50 de la noche. Una pausa reina.

lunes, noviembre 14, 2011

LA TREGUA


La mañana nace cabrona, como siempre y todas. Trato de despertarme. Juego a despertarme. Pierdo el game, como siempre y todo lo que juego. Es difícil lograr despertarme. A veces pienso que no despierto del todo, hasta antes de volverme a echar a la cama, a las doce o una de la mañana, cuando soy consciente que la noche me ganó una vez más y es hora de descansar la mente y el cuerpo un día más. La acidez y molestia estomacal que me hacían morir de a poquitos no son las mismas de antes, han cesado, me han dado una tregua, me han dicho: te vamos a dejar libre un ratito, pajero, para que pienses que estás vivo y coleando, pero después… eso me han dicho, lo sé, estoy más que seguro, por eso no me confío de mi felicidad a medias, no confío. Lo bueno es que las molestias ya no me estropean las acciones mañaneras que solía tener y que había dejado de ejecutar desde que nacieron tremendos males. Y bueno, sigo, entonces pienso que dar unos pasos antes de empezar con la rutina diaria sería muy bueno. Camino un poco por el Malecón. Buenos días, amigo chorrillano. Ya no fumo, aunque sería hermoso oler el mar, fumando un Pall Mall rojo, a las ocho con diez, con toda la brisa en las narices. Pero no puedo fumar. No tengo que fumar. Tengo que intentar dejar el cigarrillo por mi bien, o por el bien de mis acciones mañaneras que han rejuvenecido causando mi parcial felicidad. Ahora tu rostro se metió en mis ocho con veinte. Y hazme el favor de devolverme mi corazón que te llevaste aquel diecinueve de medio año, sin permiso, mi amor. Digo que pensar en ti me sana de todo, me cura de todo, me hace bien, como la salsita romanticona del american-boricua, Marc Anthony. Y ahora caminamos juntos. Desde las doce con algo estamos juntos, entre cuadernos y lapiceros, de profesores a salones, correr por pasillos, subir por escaleras, bajar por ascensores y terminar en Larco cuadra seis o cinco, tirando ascos a Sise, donde nos conocimos, que es lo único bueno de ese lugar. Y nos llegó la una en Larco viendo sombreros raros como de marinero, decía yo, y cuánto te amo, pensaba yo, al mirarte; y tu sonrisa que me enamora a diario y que me cae mejor que el almuerzo, mi vida. Reímos como nunca y como siempre. Nos jodemos como siempre. Nos besamos en cada paso que damos y regresamos para darnos otro beso en la huella que dejamos. Y recién me pongo a pensar, después de un millón de besos, que contigo quiero estar siempre. Y un flash pendejo me deja cegato por un buen momento; amor, una fotito para el recuerdo, me dices, cuando la una con treinta agrega: come algo, huevón, que la tregua se acaba, se acaba.

jueves, noviembre 03, 2011

VENGO A CHORRILLOS





Vengo a Chorrillos. Vengo para quedarme, siempre. Vengo para vivir, para escribir, para sobrevivir, no sé si para morir. Mi papá está acá y aunque nunca me hizo oficialmente la propuesta de irme a vivir con él (porque antes era otro mi lugar de diabluras), sé que siempre quiso que yo viva con él. Entonces mi Tata se puso mal y así lo quiso el Flaco, ya saben. Y mi papá, desde aquel nefasto día, se iba a quedar solo, y eso no era muy alentador que digamos. La soledad es buena en ciertos momentos (como este). Cada vez que puedo (o quiero) acudo a la soledad, la llamo, me voy en soledad, que es una consejera estupenda, con un Pall Mall entre los dedos, a escribir o tratar de escribir, en una noche negra, sentado en el malecón, como hoy.

Vengo a Chorrillos, como dije. Vengo para quedarme, lo repito. Vengo para que mi papá no llame a soledad, no hable con ella, no hable con él mismo, ante los ojos de la puta soledad que cuando te quiere joder, te jode y cuando te quiere cagar, es mejor que por cuenta tuya te vuelvas loco, pero un loco bueno. No más a las rutinas. No más a las comidas en un dos por tres. No más a las ocho horas frente al computador combatiendo el insomnio. No más a las cervezas con el puchito azul gritando yo soy ebrio, en el dormitorio, sin ningún amigo, o enemigo.

Ya estoy en Chorrillos, escribiendo mi primera crónica, sentado en el malecón, a las seis de la tarde, ante un paisaje maravilloso, con sólo un lapicero entre los dedos y alguna hoja manchada, rayada, que encontré por aquí: cielo anaranjado con pinceladas de amarillo no chillón, las nubes cansadas de andar, reposan encima del mar calmado, lleno de balsitas coloridas que se confunden detrás del muelle, solitario.