miércoles, febrero 27, 2013

QUE SI, QUE NO ó (Revocatoria a la vista, baby)

“Vota a aquel que prometa menos. Será el que menos te decepcione.”

(1870-1965)
Financiero y asesor presidencial estadounidense.

Acá en la capital peruana estamos viviendo la fiebre por la revocatoria y el sí y el no y todas esas vainas de la política cochina. Que dale por el SI, que Susana es la Lady Vaga, que no hace nada, que sólo habla mal de Castañeda, que se joda, que se largue. Que dale por el NO, que Lima no puede parar, que hay muchos proyectos que tienen que seguir su rumbo, que las cosas van bien, que si no habla no es que no esté haciendo nada, que no roba.

Susana María del Carmen Villarán de la Puente es la alcaldesa de Lima. Tiene 63 años. Y es la primera mujer que ha sido elegida alcaldesa de Lima Metropolitana, por medio de elecciones. Tiene algo que ver con Kouri, Flores, Toledo y García, y también con el presidente Humala. Ah, y cómo no con Castañeda, su antecesor en el sillón municipal. Es izquierdista, activista y defensora con uñas y dientes de los Derechos Humanos. (Acepto que todo esto lo saqué de Google. Yo hubiera puesto lo siguiente. “Nombre: Susanita Villarán. Alias: Lady Vaga. Ola Ke Ase: No sé. No habla. No opina. No hace ni mierda.” Rápido y simple, y entendible).

He conversado con varias personas metidas en política y esos rollos, y que tienen relaciones amicales y de labores con Villarán. Y digo, de verdad, que no me han convencido. Me han parloteado y sacado al fresco cifras, juntando números al azar y yo sólo asentía, mostraba mi rostro sorprendido y continuaba  la charla con alguna pregunta interesante. Pero, en realidad, carcajeaba por dentro. Eran tan exactos para mentir. Tan creíbles. Eran tan estúpidas sus excusas para ayudar a alguien que sólo entró al poder para fiscalizar a un tipejo que robó, trabajó y tampoco no habló. Por eso, no defiendo a nadie. Ni a Castañeda. Ni a Villarán. Ni a los que vendrán, seguramente. Lima merece un cambio drástico. Una bomba, quizás. Y debo reconocer, que aún creo en Lourdes Flores Nano para este cargo. La eterna candidata.

Decía que he hablado con varias personas allegadas a la doña y me han dado unas extensas ponencias de porqué votar por el NO a la Revocatoria. Muchos, la llamaban: NO a la Rovocatoria. Y me río, me río, me río, me ríoooooo… como la canción del Puma. Y seguro ellos pensarán ahora, leyendo esta columna: En mi propia cara, ante mis propios ojos, con un amigo del alma, se ve que no te importo, nada… Te has burlado de mí… Y me sigo riendo. Perdónenme todos, señoras y señores.

Le he mentido a toda esa gente. A todos aquellos que me hablaron bonito de Villarán. A aquellos que pensando que diciéndome cifras y comparando los años de poder con otros gobernantes, iba a cambiar mi opinión. Les metí. Actué perfectamente, ahora me doy cuenta. Me creyeron hasta los gestos. Me dijeron que era inteligentísimo y me invitaron a cenar a sus casas, y allí seguimos hablando de la corrupta política peruana y un poco de literatura como para sentirme local.

lunes, febrero 25, 2013

EL JUEGO TERMINÓ

Pues, creo, no habrá otra ocasión,
para decirte que no me arrepiento,
de haberte entregado el corazón...

Camila

El juego se terminó en una noche calurosa de febrero. El juego, acabó entre guiños y molestias de todas las partes. Te fuiste, apenas acabó el jugueteo, sin mirar. Tu pelo se alocaba con el viento que entraba por la ventana abierta de par en par. Tu pelo revoloteaba por tu cuello y parecía que quería quedarse pero tú mandabas otra cosa, y entonces los largos cabellos negros obedecieron y siguieron su rumbo sosteniéndose en el ventarrón fresco que se metía sin permiso a la casa, donde estábamos reunidos, fingiendo tranquilidad.

Y fue que el juego culminó mientras abrías la puerta con furia. Sin mirar atrás, sin retroceder un paso, sin dudar, sin hablar. No hiciste nada. Abriste la puerta y en menos de un segundo fugaste como el ladrón que ya tiene el motín y no le interesa más, sólo correr derechito como caballo de carreras, con la adrenalina en la garganta seca por los nervios. Porque así caminaste, rápido, fluido, rapidito. No hiciste una parada. No te cansaste o no querías cansarte. No dudaste.

Te veía, impaciente. Trataba de hablar, pero callaba si alguna palabra lograba ser susurrada por mi boca que no podía mantener cerrada. Pensaba qué decir, y te miraba con ojos tiernos para que no te vayas nunca, pero fue en vano. Te fuiste. Y yo contemplaba tu huida feroz. Me dolió. Fue un puñal. Un puñete directo a la boca del estómago. Me dejó frío. Sin habla. Sin aire. Hincado, y sin nada, porque contigo se fue todo lo poco que podía tener. Y emprendiste el vuelo, para quizás no volver más. Sin despedirte, abriste las alas y planeaste, cuculí. Sin hacerme adiós con la mano. Sin mirarme. Sin, quizás, ni siquiera pensarme.

Y así, el juego culminó con tu salida sin chistar. Y las palabras que se quedaron en mi boca con ganas de salir. Aún están. Y no son las que te estoy escribiendo en esta llorona y cursi carta. Y esas ganas locas de enrollar tus lacios cabellos en mi pecho endeble para olvidar el mal momento y jugar de nuevo, también lo tengo aquí, amarrado entre el corazón y la garganta seca, sin saliva, sin un poquitito de amor.

domingo, febrero 17, 2013

LA COSA ES QUERER

La cosa es querer mucho, querer con ganas, con ganas locas, pero sin llegar a la locura. Aunque a veces querer con locura es bacán, cool, recontra chévere, pero no es algo que me quite el sueño. La cosa es también que te quieran, y que lo sepas. La cosa no es escribir que te quieren. La cosa es que te quieran. Simplemente que te quieran más, mucho, poco, pero que te quieran. Y cuando lo escribes es porque la cosa es que no te están queriendo. O sí. Pero poco, muy poco, poco y nada. Pero a veces, también, la cosa no es hacerse preguntas. Que si te quieren. Pues no lo sabes y listo. Más bacán. A lo secreto. Más cool. Sólo querer sin saber si te quieren o no. Tú quiere. No conjugues más. El verlo querer déjalo tranquilo. Hazlo tú, y no esperes. Ejecuta, jugador.

La cosa no es hacerse el dolido. La cosa es llorar por dentro si algo sientes y reír para seguir queriendo. La cosa es reír. Y llorar, pero sin que te vean. No seas huevón. La cosa no es que te vean. Es que te conozcan. La cosa es que si te conocen, no actúes. La cosa es que quieras naturalmente. No mientas. La cosa es que si te conocen y actúas, eres un completo y triste huevón. Y ella lo sabe.

La cosa es querer. Que no te importe lo demás. Si algo dicen, si murmuran, si callan, si ríen. Que te resbale. Eso, no interesa. La cosa que sí interesa es que quieras de verdad. Que si te gusta, quieras. Que si quieres, no mientas. Que si piensas en mentir, entonces eres un huevón más. La cosa no es ser huevón. La cosa es que piensen que eres huevón, estúpido, mediocre, saco largo, porque, simplemente, quieres con ganas, con ganas locas, con furia contenida, con la pasión que te sale por los poros. La cosa es amar desenfrenadamente. La cosa es gritar para que todo el mundo lo sepa. Es gritar y cagarse de la risa. La cosa, claro está, es gritar por amor, jubilosos, inflando el pecho, parándonos en firmes, mi soldado.

La cosa es decirle te amo, diariamente, a la chica que amas. Si la amas. La cosa es decirle perdóname, mi vida, cuando sientas que de verdad hace falta unas disculpas para seguir amando. Porque no se deja de amar así porque sí, de la noche a la mañana, porque me picó un mosquito, o porque pasó la más rica del barrio. Amor es una cosa loca. Amar, es una cosa loquísima, una cosa que te saca del cuadro, que te hace pensar en segundos y sonreír al despertar. La cosa es esa, amar sin pausas, en cada momento, en cada instante. Claro, la cosa es el instante.

La cosa es escribir cuando quieres. Si un escritor se enamora, la persona a la que le escribe no muere jamás. La cosa es no pensar en morir. La cosa es vivir. Y soñar. La cosa es amar. Y seguir soñando. La cosa es seguir escribiendo. La cosa, entonces, es querer escribir cuando se quiere, porque si se quiere tanto como se escribe… La cosa, es querer. Ya está. Sin pensar. Sin preguntar. Sin ciencias. Sin doctores. Querer y punto. La cosa es decir te quiero sin miedos. La cosa es, querer y escribir porque se quiere. Porque se ama. Porque se sueña. Esa es la cosa, al fin y al cabo, sin ton ni son, sin  blanco ni negro. La cosa es la cosa. Simple y llanamente.