sábado, junio 08, 2013

Me has abandonado



Gracia Marrou, futura madre.

«¿Por qué me has abandonado?», le dijo Jesús a Dios.

Te has olvidado de mí. Te has olvidado de mí. Me has dejado a la deriva en una isla que no conozco, que se me hace enorme, que se me hace recontra sola. Una isla que no quiero conocer por nada del mundo, no me apetece, no me endulza, no me hace cosquillitas ni sonrisitas.

Te has burlado de mí, como la rica cumbia que no supimos bailar en el tonazo de Ricardo. Te has burlado de mí, dejándome como un completo estúpido esperando respuesta a los mensajes que te escribía, sin tregua, hasta hacerme heridas en mis flacuchentos dedos.

Yo, que te quería con locura y pasión desbordante, que me provocaba dormir pegado al teléfono escuchando tu voz decirme cosas de cosas, hablándome de Raquel, ¡ay, Raquel! Yo, que te escribía (y escribo) columnitas cursis de vez en cuando, cuando recuerdo la bonita costumbre de llegar cansado del trabajo y sentarme frente al computador a escribirte cosas que ya ni sé qué decirte. Ni sé, ni cómo, ni cuándo.

Me has dejado, déjame decirte, tirando cirunta, en jaque, peinando calaveras. O sea, como un huevón, un papanatas, un triste imbécil. Un huevón que dejó los estudios de comunicaciones en el quinto ciclo por un trabajo de vendedor a los amiguitos del Sur. Un papanatas que se la pinta de escritor cuando solo publica en su blog (y eso), y raspando (rogando) en alguna revista urbe de Lima (¡y eso!). Un triste imbécil que se gilea a una flaca para que otro salga con ella. Ni más ni menos, darling.

Aguanta tu Toyota Supra a lo «Rápidos y furiosos», ¿dije darling? Uy, esto ya es grave, entonces. Me falta cantar «Corazón partío», de Sanz mientras me empujo un Princesa lentamente, enjugándome el rostro por el llanto de desamor. Ay, ay. Porque con mi darling no me quedo, cual noctámbulo enamorado, susurrando por el teléfono de 1 a 4 de la linda madrugada. Porque a mi darling no le canto Robando corazones y me dejo grabar en el celular. Porque a mi darling no le ayudo leyendo un fucking texto de principios de ingeniería y le saco un resumen, punto por punto, para que estudie y se saque buena nota en su parcial de la universidad. Ay, darling, qué cosas ¿no?

Me has desencadenado a tu amor que era fugaz y juguetón. Un amor loco y tonto, déjame decirte. Y pues,  «ahora soy un alma libre…», puedo confirmar aquella frasecita que escuché alguna vez de la dulce boca de una modelo-actriz-mamacita que la hacía de una pituca surfer  en la teleserie boom de los últimos años en el Perú. 

martes, junio 04, 2013

Indispensable

Gracia Marrou.

Te extraño porque te volviste indispensable. Porque, de una manera u otra, se me volvió una bonita costumbre escribirte y esperar tu respuesta como el regalo pedido en la carta a Papa Noel. Regresar, muerto de cansancio del trabajo, y sólo buscar conversar contigo, preguntarte qué tal te fue en el día, jugar al importante yéndome sin avisar y solamente volver para sentir que alguien me quiere cuando me dice te fuiste, te extraño, no sé cómo puedes dejarme hablando sola.

Te extraño porque, quizás, te he comenzado a querer. Porque, de repente, me he empezado a encariñar contigo tanto que me doy miedo, tanto que tiemblo, tanto que bailo en puntitas. Sure, sure, miss, porque yo no soy de escribir y antes de publicar, enviar textos y preguntar si está bonito o feo; yo publico y ya está, así de simple. Pero se me ha empezado a hacer importante en grado sumo tu opinión, tu corrección, tu lisura y tu delicadeza de ser niña pero no tonta. Y, creo, que por eso te quiero, porque eres niña pero no tonta, ni sonsa ni gorda, sólo una chica freak que le jode sacar mala nota en la uni, ¡qué barbaridad, carambas! ¡Cómo puede ser!

Te extraño porque me falta algo, porque eres linda pero no te la crees, porque utilizas las malas palabras en los momentos indicados.  Por eso, maldita sea, te estoy extrañando a rabiar. Porque nunca he sentido tantas ganas de ir, cual cinéfilo empedernido, a la función de las 8 del Cine Primavera, contigo. Porque nunca me ha gustado tanto zamparme una jarra de leche fresca con Milo y sin azúcar (¿Sin azúcar?) después del ejercicio matutino. Porque nunca se me había dado la idea de pronunciar tu apellido con una devoción impresionante y repetirlo unas mil veces y odiarlo otras mil veces más, por si acaso.

Y ahora se me hace un mundo no poder ni escribir un mensaje de texto porque simplemente mi teléfono ya no es mío, porque nunca fue mío y su dueño lo tiene de vuelta. Pero no me quita el sueño no tener teléfono, déjame decirte. Me quita el sueño estar pensando qué puedo hacer para hacerte saber que te ando extrañando mañana tarde y noche, y escribiéndote tarde y noche (más noche y madrugada) que de costumbre. ¿Que me estoy haciendo el writer very important? Nada que ver, princcipessa, estoy totalmente incomunicado y te extraño tanto que no me extraña que te haya escrito esto en la soledad de mi covacha, en el frío de tu voz ausente, en lo triste que puede llegar a ser extrañarte porque, déjame decirte, eres indispensable.