sábado, septiembre 24, 2011

TENGO SUEÑO, ITO


Llega el hijo de estudiar y le dice a su papá: "papi, acabo de tener mi primera experiencia sexual". "¿En serio, hijo? Entonces cuéntame", le dice el padre, feliz, raro. El hijo, cruza las piernas y le dice: "Perdóname que no pueda papi porque aún me duele."

8:3O

Despierto tarde. Soy consciente que ya no llegaré a la clase. Desde mi cama, sé que será un vía crucis pararme, quitarme la ropa, bañarme y ponerme la misma ropa para ir a estudiar. Sé que será una mierda poner los pies en el suelo, lo sé. Sé que será una mierda cuando me digan, al finalizar el curso: Señor Velaochaga, usted ha desaprobado el curso por pasar el límite de inasistencias. Son las nueve de la mañana y mis clases empiezan a las nueve y diez. El frío ayuda. La colcha me hace ojitos. Una raya más al tigre. Me tapo hasta la cara y sigo durmiendo.

10:15

Fue un vía crucis, lo sabía. Y jodido, lo pasé y lleno de mierda, salí hacia la universidad (que bien mierda es también). El paradero, vacío, ni un alma, sólo yo, el tardón. El carro no pasa, a veces pienso que no quieren pasar porque siempre es así, cada media hora pasa una puta Orión. De pronto, vi llegar la 21, yo estaba escuchando música y me percaté del carro casi al frente mío. Subí a la volada, me senté al último, pegado a la ventana, como siempre. Yo escuchaba música, desatento del mundo. De repente, volteo y una cara blanca bien al corte con los pelitos parados y con rayitos caramelo me sorprende, a mi costado. Es un tremendo cabrazo, pienso. Hace que se rasca la pierna y toca la mía. Es un cabro de mierda, lo confirmo. Estaba leyendo un libro de Borges. Y el hombrecito mete toda su cabezota al libro, primero, pensé que estaba cansado del largo viaje, luego, me di cuenta que estaba leyendo mi libro y después, el miedo reinó. No digo nada. No hago nada. Sigo escuchando música. Y de nuevo el rasca-rasca de él y el miedo mío. Saldré violado, pienso. ¿La Paz?, grita el cobrador. ¡Baja, baja!, respondo. El señorito-ito me ve por la ventana, me hace adiós con la mano. Era un tremendo cabrazo, pero algo tenía, algo, digo, en voz alta, relajado, con una sonrisa amariconada. La Avenida Larco es mía. Las miradas están conmigo y al carajo, siempre pasa eso. Los itos de Larco me siguen con la mirada y al carajo, siempre pasa eso.