Cuando escribes puede ser por varias razones: amor, tristeza (mayormente esos dos factores) o por un sentimiento cualquiera, porque quieres dar a conocer algo a alguien o quieres escribir sobre ti y escribir por escribir, porque quieres hacerlo, porque te apetece o porque simple y llanamente quieres gastar la tinta de tu pluma y el papel que has comprado y escribir.
Siempre ocurre eso, que un cierto día, el menos pensado, dices “quiero escribir” y te la das de un gran sabio de la literatura y fumas mientras piensas (mientras te inspiras dirás tú) sobre qué vas a tratar y vas probando ese pisco que te compraste porque dijiste que “los escritores cuando escriben beben y fuman y así quiero ser yo”.
Ya vas como una hora así: te sirves un poco de pisco, bebes mientras vas pensando y sigues bebiendo y sigues pensando, fumas mientras vas pensando y sigues fumando y bebiendo y pensando y sigues sin escribir una sola palabra pero eres un escritor porque bebes pisco mientras piensas y fumas un cigarrillo también; por eso eres un buen escritor, fumas y bebes y te inspiras y haces las tres cosas a la vez y no escribes ni una puta palabra pero no importa nada de eso porque tú eres un gran escritor.
Ahora sí, tienes algo en la cabeza y hasta se mueve sola tu mano (no malinterpretar por favor), el cuaderno y el lapicero te está esperando desde hace tres horas porque has estado pensando (no, perdóneme usted señor escritor, se ha estado inspirando, claro, inspirando) y entonces ordenas bien lo que quieres escribir y lo plasmas, poco a poco y despacio al papel (aún sigues con el cigarrillo en la mano y el pequeño vaso de pisco, con una segunda botellas más, en la mesa llena de nada) y escribes lo que te dice tus adentros y escribes lo que sientes y lo que acabas de ver y sigues escribiendo algo más que recordaste y sigues escribiendo que no te gusta lo que escribes pero así mismo escribes y sigues escribiendo que eres un gran escritor y que no te gusta lo que escribes pero así mismo sigues escribiendo y sigues escribiendo y al ver tu hoja con todo lo que has escrito dices “esto no me gusta, no quiero ser escritor” y cierras el cuaderno malhumorado y maldiciendo, sales por la ventana y ves a tus amigos yéndose al parque, te olvidas te todo y vas con ellos. Al día siguiente quieres ser nuevamente escritor, un gran escritor, sirves el pisco de siempre y prendes el cigarrillo y bebes y fumas mientras te inspiras y cuando vas a escribir no te gusta lo que has escrito, rompes la hoja, maldices y te vas. Al día siguiente igual y al siguiente igual y cuando te preguntan que “¿qué te gusta hacer o te gustaría ser?” tu respuesta sin pensar mucho es “yo escribo, poemas y novelas y cuentos y son muy bonitos y es que soy un escritor, sí, un muy buen escritor."