Te he dicho que te
cambies de calzoncillo a diario, no uses uno un par de días (porque si te
olvidas y no te bañas, tres o cuatro días). No seas cochino. Te he dicho que te
bañes un día sí un día no. Que no te laves el pelo todos los días que entres a
la ducha, porque se te cagará y te quedarás pelado como tu padre. Te he
advertido que laves tus medias todos los días, déjalas remojando toda la noche
y en la mañana las refriegas y las tiendes. Te he dicho que uses talco. Que
uses agua refrescante. Que te seques el pelo con secadora, y no con toalla, tu
pelo es lindo, claro, que no se queme, no seas huevón.
Te he repetido, un
millón de veces, que no juegues con las mujeres, que tienes una hermana y que
no te va a gustar que le hagan lo mismo. Te he dicho, que enamorarse es lindo,
que si te gustaría estar solo como tu padre, solísimo y cachándote cuanta puta
se te atraviese, entonces sigue jugando con las buenas mujeres que se posan
ante ti. ¡Entiende! No las ilusiones. No les digas te quiero. Tampoco, te amo,
te extraño. Menos, le escribas huevadita y media y lo publiques en esa
vaina, bloc, log, blon, esa cojudez.
Te he dicho, hasta el
cansancio, que quieras a tus padres. Que, de vez en cuando, les dejes un
chocolate o un caramelito de limón. Es el gesto. También, te he dicho que seas
considerado con tus abuelos. Cuando vas a visitarlos, a regañadientes, ellos te
saludan con un beso y apapacho. Y tú, a las justas, los miras a la cara. Si te
preguntan algo, respondes de mala gana. Si te quieren hacer cariño, te apartas.
Ellos se dan cuenta, y no te lo dicen, lo dejan pasar, algo debe tener el muchacho, cuchichean. No seas huevón… quiere a
tus abuelos, abrázalos con ternura, dale un beso en la frente a cada uno,
carcajea con ellos. Te he dicho que confíes en tu familia. Te he dicho, que
nunca te olvides de los tuyos. Que tu familia, al fin y al cabo, siempre estará
contigo, en las buenas y malas.
Te he repetido, miles
de veces, que dejes de extrañarla. Que ya no estará. Que ya no volverá. Que ya
no quiere ni mierda contigo. Te he dicho, claro, que ya no te quiere. Que te
hagas de la idea que se murió y que nunca más la verás. Te he dicho, también,
que olvides los momentos bonitos que pasaron. Que no te hace recordarla. Que te
vuelves un estúpido y empiezas a escribir sin razón alguna, cartas, poemas, que
no publicas y los quemas en medianoche, cantando Decir adiós. ¡No jodas, pues!…
Te he dicho, que ya no jorobes la pita con la misma cantaleta de que el amor de
tu vida huyó y te destrozó el bobo. Ya, no hinches las pelotas, desahuévate y
anda.
Te he dicho, para ir
terminando, que camines con cuidado. Que mires antes de cruzar la pista. Que
estés alerta, atento, siempre mirando a todos lados. Que contemples el
semáforo. La calle está peligrosa, y de noche, peor. Y a ti te gusta ir de acá
para allá de noche, cuando los grillos comienzan con las sinfonías. Te he dicho
que camines erguido, frente en alto, cabello peinado. Como te ven, te tratan.
Sonríe, saluda, agradece. Entiende, mierda, como te ven te tratan. O te
escupen, o te hablan. O te ordenan, o te hablan. Como te ven… Bueno, tú ya
sabes.
Te he dicho, que no
escribas cuando hayas fumado hierba. No te conviene. La hierba siempre te juega
mal. Es que no escribes mal. Y eso es lo que pasa. Te he dicho, amigo mío, que
no te emborraches. Que no le digas a tu amigo, ven a mi casa… no hay nadie. Que no le digas a tu novia, sorry, gorda, tengo problemas. Por eso,
no tomes. Y menos, solo. Y cuando tomes no escribas. Y menos, solísimo.
Para terminar, te he repetido,
hasta morir, que cuando yo hablo, tú chitón nomás. Escuchas, piensas y actúas. No
reclames. Estoy dentro de ti. Sabes quién soy. Pero no me conoces.
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