viernes, enero 27, 2012

LUNA


A la dueña de mis sueños noctámbulos.
Y jugamos a no vernos. A escondernos. Nos hacemos ojitos. Nos mandamos piropos, únicos. Nos decimos palabras lindas, de poemas de amor que aprendí alguna noche como esta. Y cantamos. Y jugamos. Y nos sentimos bien porque nos conocemos, porque tú sabes mi nombre y yo, dónde paras.
Perdón. Perdóneme por faltarle el respeto al tutearla, señora mía. Continúo,  entonces. Es cierto eso que los sueños sólo sueños son, y que al contemplarla, a usted, digo, vivo un sueño y todo es fantasía, como de ensueño, como de cuento, porque usted es mi sueño, el sueño que cualquiera quisiera vivir, o alcanzar, la novela de aventura amorosa que cualquiera quisiera crear y al mismo tiempo ser parte de ella, y de sus miles de capítulos llenos de sucesos y sube y bajas para tratar de encontrar el camino al cielo infinito, donde queremos llegar, los que soñamos, o los que alguna vez lo intentaron.
Hoy, como todas las noches, nos paramos en el lugar de siempre, a la hora de siempre y con los sueños de siempre. Nos hacemos ojitos. Nos decimos palabras lindas, como de poema. Somos uno solo, lo siento. Ya no me importa nada. No nos importa nada. No nos importa nadie. Pasmado me quedo en el brillo suyo que es único e indescriptible. Y me veo boquiabierto, como estúpido, como zonzo, como hechizado al ver un ángel, del cielo mismo y que se dispone a caer despacito, como quien no quiere la cosa. Jugamos, señora. Me mira, yo lo sé. En mis pupilas la llevo. De pronto, siento que mis pies tocan tierra y cierro los ojos muy lentamente. Bajo la cabeza. Vuelvo en mí. Soy yo, de una mala vez. Pero no la pierdo, señora. Quiero volver, emprender vuelo, y mil veces seguro, siempre. Entonces tomo un respiro y los sueños regresan. Me quedo atónito y maravillado y completamente estúpido al contemplarla por enésima vez y no me canso, y en la misma hermosa noche, señora.
Es que todo es tan raro. Y tan hermoso. Todos los errores cometidos a lo largo del día quedan de lado y la perfección toma el lugar principal, central, y reina desde mis ojos color pardos hasta su blancura virginal, sin producir gemido alguno pero con gritos libres de un amor puro que sólo yo, en este momento grato, siento.
Y usted sigue ahí, recibiendo halagos, poemas y qué se yo. La noche es joven. Y las estrellas. Y usted. Y quizás yo, señora mía.

Tres de la madrugada. Noche de luna hermosa.

martes, enero 17, 2012

ME OLVIDÉ


Me olvidé despertar a las seis. Me olvidé prender el calentador de agua para el baño matutino. Me olvidé que hace un calor de mierda. Me olvidé que la promesa de correr en las mañanas fue propuesta para las siete. Me olvidé tomar el vaso con agua que combate mi boca pastosa. Me olvidé del buenos días, papá. Me olvidé que el tiempo se pasa volando. Me olvidé que aquel vaso con agua me esperaba, en la vieja mesita de noche, junto con otros vasos, sucios y con polillas ahogadas o nadando felices, desde hace una o dos semanitas atrás.
Me olvidé que el Bolívar no es tan bueno como el Neco, para el baño matutino, digo. Me olvidé que el calzoncillo va antes que el pantalón, y que los calcetines no se usan con sandalias. Me olvidé de la papaya en cuadritos a las diez. Me olvidé del sabroso olor del hígado frito, y del sonido que ocasiona su preparación. Me olvidé del vino, para ti. Del pisco, para mí. Del ron, para ellos. Me olvidé que el pisco y la cerveza no se llevan muy bien en mi estómago. Me olvidé quitarle el pellejo dorado al pollo a la brasa. Me olvidé del carajo, no más grasa.
Me olvidé de dar las gracias. De pedir por favor. Me olvidé que fumar a cuarenta grados es algo cojudo, de pura pose. Me olvidé de jugar a patear la pelota a las cuatro. Me olvidé del póquer, a las cinco. Del golpeao, a las seis y bien zampao. Me olvidé de los silbidos. Me olvidé de las miradas irónicas y desafiantes. Me olvidé de los puñetazos a las puertas y patadas a las paredes. Me olvidé que Gian Marco me hace llorar con Basta saber cómo me miras, para saber lo que te pasa… Me olvidé de odiar. Me olvidé de reír, a carcajadas, y sin ningún motivo. Me olvidé de dar el insulto correspondiente a quien me vapuleó segundos antes. Me olvidé de las sonrisas frontales y los puñales a espaldas. Me olvidé de gritar, pero si es por amor, hasta con megáfono. Me olvidé de ser frío. Me olvidé de ser indiferente. Me olvidé de quitarle la mirada al niño pobre de La Paradita. Me olvidé de componer canciones y romperlas, en compañía de doña soledad y un vaso con güisqui. Me olvidé que el güisqui es para la clase A1. Me olvidé que era clase A1 y no te jodo, miss.
Me olvidé de tus cartas. Me olvidé de los corazones en mi zurda. Me olvidé del tatuaje que pensamos hacernos. Me olvidé de tu fotografía en mi librero abarrotado de cosas viejas. Me olvidé de nuestra foto en algún libro que quemé en año nuevo y que nunca leí. Me olvidé de los mensajes de texto. Me olvidé el móvil que me regalaste en algún coche, por pasarme de seco y volteaos. Me olvidé de las noches de sexo en mi cama, y en la tuya, horas después. Me olvidé de las crónicas que te dediqué alguna puta vez. Me olvidé del libro que pensé escribirte. Me olvidé de tu dulzura. Me olvidé de tus ojos pardos que en el sol brillaban gritando ámame, que les pagué mal y ahora me arrepiento. Me olvidé de los te amo y eres la única, mi vida. Me olvidé de los pasos que dimos en el Kennedy, a las dos. Me olvidé de las siestas en el parque, contemplando la luna lunera, cascabelera. Me olvidé que hablé con tus padres. Me olvidé que tu mamá me trató como un hijo y tú, como una basura. Me olvidé que te gustaban mis pestañas. Me olvidé que me gustaba morderte la boca. Me olvidé que tus besos nos los encuentro, ni los encontraré, quizás. Me olvidé que me partiste el corazón. Me olvidé que me olvidaste rápido, mintiéndote a ti misma.
Me olvidé de llamar a mi mamá. Me olvidé de quitarme los lentes de sol. Me olvidé de bajar el volumen a la radio. Me olvidé que a partir de las ocho no se hace bulla, y menos en una residencial, donde trato de vivir, o sobrevivir. Me olvidé de mis amigos. Me olvidé de las novias de mis amigos. Me olvidé de ver mi foto con el payasito chaposo. Me olvidé de cenar. Me olvidé de ver el reloj. Me olvidé de hacer planes. Me olvidé de esperar el mañana. Me olvidé de contemplar la luna a las diez. Me olvidé de suspirar. Me olvidé de soñar. Me olvidé de susurrar regresa que aún te quiero. Me olvidé de tocarme el pecho cuando el bobo lo tenía a mil. Me olvidé de lo maravillosa que puede ser la vida. Me olvidé de los pasos seguros. Me olvidé del lento, pero seguro. Me olvidé que en la noche se duerme. Me olvidé que escribir a las tres de la madrugada es una actitud heroica, de puro huevo y Cafetal. Me olvidé que solía sentarme en el mejor sillón de la casa, a meditar. Me olvidé que alguna vez fui alguien. O quizás me olvidé que aparentaba serlo.

Cuatro de la mañana de un día que prefiero olvidar.

lunes, enero 16, 2012

PORQUÉ NO ENAMORARSE DE UN ESCRITOR


A ti, querida.
Es mejor prevenir que curar, suele decirse. Aquí se exponen, como modesta contribución social, las diez razones objetivas para no salir jamás con un escritor.
1. Si habías comprado una lencería monísima, de esas que resucitaría a los muertos, no dejes a su alcance una edición descatalogada o la última obra de uno de tantos autores que le vuelven loco. Entre un libro y tú, no hay color.
2. ¿Te gustan los ciclotímicos? Un escritor puede pasar, incluso en el mismo día, de la euforia a la depresión por culpa de lo que no consigue hacer con un Din A-4.
3. Si te gusta la tortilla de papas y salir por las noches a cenar con los amigos, olvídate de salir con un escritor. El sólo va a escuchar jazz, asistir a performances en salas de arte, ver cine de autor -o alguna estadounidense para criticarla a gusto- y prefiere ir a meditar a la playa o pasarse la noche leyendo un ensayo de Barthes.
4. Los escritores son inmaduros. Como pasan más de la mitad de su tiempo en el mundo de la ficción, están un poco más para allá que para acá, con lo que su inteligencia emocional no está muy desarrollada. Sí, pueden describir escenas con una profundidad asombrosa, son capaces de observar y plasmar otras épocas con precisión de cirujano, pero en el día a día son patosos. Manejan mucho mejor otras vidas que las suyas propias.
5. Los escritores son egoístas. Un escritor no quiere ser leído: quiere ser el más leído. Un escritor no quiere que le comprendan: quiere que le lean. Y ganar premios. Esto genera una reacción de protección desmedida hacia todo lo suyo.
6. Los escritores son competitivos. Utilizan el humor negro, mordaz, inglés, o el que tengan a mano según su personalidad para destacar con lo que ellos llaman “humor intelectual”, que suponen una realización de buenas maneras que los eleva a una categoría social especial. Eso sí, son tan snobs que solo quieren ganar en lo que consideran importante. No van a mover un solo dedo por ganar algo en lo que no creen.
7. Los escritores son malhumorados. Un escritor enfadado es una persona de la que estar bien lejos cuando estalla. Pueden herir con facilidad ya que son grandes observadores y casi seguro han descubierto tus puntos débiles.
8. Los escritores son narcisistas. No hay nada que anhele más un escritor, después de ganar premios, que el halago. Pero no cualquier halago: debe ser un halago que parezca espontáneo, que le deje en buena posición, que puedan devolver con una falsa modestia bien calculada. Y lo peor de todo: no tienen límite. Podrían estar halagándolo todo el día y su ego tiene las tragaderas de Gargantúa.
9. No puedes hablar de cosas banales. Si te gustan los cotilleos, la vida social del país, los rumores, el día a día, a un escritor lo vas a aburrir muchísimo. Probablemente pensarás que te está escuchando, pero lo que está es terriblemente aburrido, y pensando en no dar opinión alguna para no prolongar más esa charla que lo tiene en un sinvivir.
10. Si por alguna razón no te importa ninguna de estas razones y te gusta un escritor, te daré una última. Los escritores son infieles; todos los pecados, como dijo Wilde, están primero en nuestra mente. En una actividad imaginativa como es la escritura, y sumando que los hombres pensamos casi todo el tiempo en sexo, no es difícil imaginar los desastrosos resultados que tiene para una relación estable que una de las partes sea escritor. Adoran tener groupies y no es descabellado pensar que muchos se hicieron escritores para follar con jovencitas adorables que serían capaz de cualquier aberración que le pidieran porque el escritor las hace conmoverse con sus palabras.
Si, a pesar de todas estas razones, te vuelve loca un escritor, déjame añadir que, a pesar de todas estas contraindicaciones, te entiendo. Son atractivos, sugerentes, oscuros, sexys, imaginativos, independientes, complicados, liberadores y aventureros, y esa fuerza arrolladora que los empuja hacia adelante es casi irresistible. Son los escritores de la literatura del mal; son Nick Cave escribiendo morbosas novelas; así que si te has topado con uno y has probado el fruto prohibido que te aconsejaría no probar, solo me queda desearte suerte, pero mucha suerte.
Fuente: poesiamas.net/blog. (Julio)

martes, enero 10, 2012

BIEN SENTADO TE ESPERO, 2012


1
Empieza el dos mil once. Con M. Bailamos y nos sentimos como nunca. Palabran van, palabras vienen. Juego a hacer ejercicios para sacar buen cuerpo mas no lo logro, y raspando consigo conservar el puto cuerpo que poseo.

2
X cumple cinco años. Un globo con agua me cae en la cara y me doy cuenta que agua, h2o, no es. Apareces en mi vida, A y siempre juntos, ¿recuerdas?. El visitar la casa abandonada de la otra zona se me hace costumbre, con un cigarrillo entre los dedos o un porro grueso de marihuana, acompañado de doña soledad o algún noctámbulo de ropas anchas. G cumple treinta y no sé cuántos. S cumple todos.

3
C cumple treinta y ya no me interesa. Empieza la (mi) carrera y listos, ¡ya!

4
J cumple todos, como S, mis nonos. Y si la memoria no me falla, no recuerdo nada bueno de 4.

5
Otra J cumple cuarenta y ¿cuánto, viejo?. Happy day, mother y regalitos por aquí y misión imposible por allá.

6
Hubieras sido cuatro lindos años, M, pero así es la vida y por algo pasan las cosas y, claro, todo pasa, lets go, people, todo pasa. Tercer domingo y happy day, dad.

7
"Somos libres, seámoslo siempre, seámoslo siempre..." ¡Firmes! ¡A-rri-ba Pe-rú, ca-ra-jo! Clavamos el trapo heroico en el piso más alto de la casa. De allí se dej ver, flameando con el viento que sopla fuerte, y arriba, arriba, arriba el Perú... Como de costumbre, llega a la vuelta de mi casa, un circo de esas figuritas de espectáculo peruano y en cada función, las colas de la entrada sobrepasan las dos cuadras y me quedo con la mirada fija en esas gentes tratando de encontrar el porqué de ver en vivo, y gastando dinero absurdamente, lo que se ve (que para colmo, es asqueroso) en los canales de señal abierta, como tú comprenderás, querida.

8
Otro C cumple cuarenta, creo. Entraste a mi vida, T. Lo acepto, me enamoré, pero como todos y saben, me cagaste, y me dejaste con el mojón por un buen tiempo.

9
Este humilde servidor cumple la mayoría de edad y ya puedo entrar a hostales sin que me digan nada, eso es bueno, un buen avance.

10
T, estás más tranquila, dejas un gran vacío en los que te quisimos, pero de allá nos cuidas y nos guías bien.

11
Nada bueno, aunque creo que llegué a las trece mil visitas y gracias a todos, de bobo.

12
Feliz navidad y que el dos mil doce se venga con todo y su fin del mundo y su huevada y media, acá yo, entre libros y con la soledad al lado, bien sentado lo espero.