jueves, enero 31, 2013

¿RECUERDAS?

¿Recuerdas cuando te llamaba y te decía para vernos, aunque sea un ratito, a las doce y media de la noche? ¿Recuerdas cuando te decía te quiero, mil veces, y te mordía la oreja y te susurraba en el cuello? ¿Recuerdas cuando entrelazábamos los dedos cuando te abrazaba y te decía que tenía frío y metía mis flacuchentas manos en el bolsillo de tu chompa? ¿Recuerdas cuando me mordías el cuello? ¿Y, cuando me decías con voz de niña engreída: te quiero, mil veces, gordo, te quiero?

¿Recuerdas mis berrinches cuando chateábamos? ¿Recuerdas tu cara de molesta cuando te bromeaba con cuanta mujer pasaba por la acera? ¿Y cuando la miraba? Me miraban… yo no miraba a nadie, sólo a ti. ¿Y, recuerdas, cuando te miraba, y te decía: por ti estoy feliz, soy feliz? ¿Recuerdas cuando te decía que contigo era feliz y me hacías la vida contenta? ¿Y los días y las noches, y el cielo y el mar no eran nada sino estabas tú? ¿Recuerdas cuando te llamé, cierta noche, cuando caminaba por el Malecón para pensar las cosas? ¿Tú has pensando bien las cosas? ¿Sigo teniendo la culpa? ¿Sigo pensando y no hago nada?

¿Recuerdas que te dije que no teníamos fotos juntos? ¿Recuerdas la foto en Miraflores, después de la salida en grupo? ¿Y Joan: Ven, mierda… hablen, ya, carajo…? ¿Se notaba mi felicidad? ¿Mi nerviosismo? ¿Te abracé fuerte? ¿Te estrujé el corazón?

¿Recuerdas cuando se me hacía difícil decirte que quería que seas mi novia? ¿Cuánto me demoré? ¿Poco? ¿Mucho? ¿Recuerdas la esquina donde esperábamos el carro que me llevaba a mi casa? ¿Nidito de amor? ¿Me voy ahí… No, no, en el otro… y así una hora esperando el carrito de rayas celestes y blancas? ¿Recuerdas los golpes en la frente, y los insultos de cariño? Te digo imbécil de cariño, gorrrrdito ¿ya? ¿Recuerdas a los noctámbulos? ¿A los que esperaban el carro con nosotros? ¿Y los que tenían la pinta de no esperar el carro sino cualquier estúpido que tenga una buena prenda o reloj o billetera gruesa? ¿Recuerdas mi cara de pelinco? ¿Y tu cara de miedosa? ¿Y mis palabras? ¿Y mis abrazos en plena noche calurosa? ¿Tus miradas?… aún las siento en las noches que camino solo, fumando el cigarrillo que nunca se termina…

¿Recuerdas cuando caminábamos lento? ¿Cuando te dije vamos para la Brasil, y nos estábamos yendo para la Católica? ¿Recuerdas mi cara de vergüenza? ¿Y de enamorado? ¿Recuerdas mi cara de templado? ¿Recuerdas cuando hablé con tu papá? ¿Y tú mamá: mírala a los ojos…? ¿Recuerdas la película que veía tu papá y me dijo para verla juntos? ¿En blanco y negro, en su habitación, en silencio? ¿Muy divertida? ¿Por eso nos fuimos a jugar ludo?

¿Recuerdas mis ojos cuando te veían? ¿Y mi corazón palpitando? ¿Recuerdas mis besos alocados? Pues, déjame decirte, que yo los recuerdo y los extraño.


¿Recuerdas cuando caminábamos de la mano? ¿Cuando te agarraba más fuerte? ¿Cuando no te soltaba, para nada? ¿Recuerdas cuando te besaba la mano, el brazo y el hombro? ¿Recuerdas cuando me mordías el hombro, y el omóplato? ¿Recuerdas los besos prohibidos en el ascensor? ¿Los besos robados…? ¿Recuerdas cuando nos quedamos dormidos en el sofá de tu casa, cuando Perú perdió en el Sudamericano Sub20? Me intereso más contemplar tu cara que el partido… Que el equipo local… ¿Si me hacías feliz? ¿Si fui feliz? Sí… fui feliz… y ahora también estoy feliz porque te escribo… Y ahora también soy feliz porque me he sentado a escribirte seiscientas palabras sólo para volver a sentir lo que sentía al estar contigo, caminar contigo, reír contigo, ser feliz… contigo.

jueves, enero 24, 2013

ESOS OJOS AZULES

A doña Flor.

Recuerdo sus ojos azules llorando, al ver a la Tata en ese cajón elegantísimo, con flores de todos los colores y aromas a su costado. Recuerdo las palabras de aliento que me daba, sus abrazos que lo sentía como los de mi Tata cuando me decía que todo iba a estar bien. Recuerdo, su pelo blanco, su voz cariñosa y dulce. Recuerdo, su perfume, su caminar pausado, sus miradas coquetonas. Recuerdo sus llamadas por la tarde para que suba al instante: no le hacía esperar y en la puerta a medio abrir estaba ella, sosteniendo un plato de seco o ensalada, para que comas rico, me decía y yo, agradeciendo y no sabiendo qué más decir, bajaba contento con el plato en las manos, mirando para arriba, sonriendo por la buena salud que mostraba doña Flor.

Recuerdo, sus chancletas marrones. Y su casa, que también es mi casa, oliendo a flores e incienso, con las ventanas abiertas, con el aire paseando. Recuerdo sus llamadas de teléfono cuando alguno de mis amigos venía y no tocaba el intercomunicador: creo que alguien te está buscando, me decía y colgaba enseguida. La recuerdo contenta, sosteniendo la copa de champán en año nuevo, diciéndole a mi tía que se quede para cenar juntos. Y es que subimos un rato porque papá tenía que madrugar para ir a trabajar, mi tía estaba resfriada y yo, ir al cine donde me pagan por no hacer nada.

Pero ya no escucho su risa contagiosa cuando me pego a la ventana que da a la calle. Recuerdo cuando se sentaba a esperar a su nieto, y miraba a la puerta del edificio, anhelando su llegada. Recuerdo, cuando yo llegaba antes y cerraba las cortinas: sonreíamos juntos. Recuerdo, cuando la miraba y cuando se reía. Recuerdo su paciencia y preocupación por personas que no eran su familia. Recuerdo sus uñas largas, pintadas; sus labios con un rojo sobrio y las chapas bien coloradas para salir unos minutos a comprar el pan.  
Y un lunes cualquiera, Lima anochecía con la panza de burro acostumbrada. Y fue la panza de burro que se convirtió en una caída de estrellas que detenían su viajar en el piso cochino y lleno de caca. Un lunes que atardeció rápidamente y una noticia inesperada llegó al contestar la llamada diaria de mi padre. No te creo, le dije, sudando frío. Y agarré fuerte el teléfono porque lo sentí caer por mi cachete helado. No sabía qué hacer, qué decir, qué insinuar, qué… Ya no estaba la doña que cuando mi abuelita se fue tranquilita, me llamaba para darme medio kilo de papa canchán o un plato bien taipá de tallarines verdes con churrasco. Porque cuando la Tata se fue, en doña Flor  refugié mis alegrías y conversaciones íntimas, conversaciones que ahora revelará a su amiga de siempre, cuando las dos me miren y se rían como siempre se reían al verme hacer payasada y media.  


Y ya no está. Y la extraño como extraño a la Tata que se fue de estos caminos llenos de mierda hace como un año y medio, si no me equivoco. Ya no está, y ahora juntas revolotean y ponen de vuelta y media el cielo infinito del que tanto hablaban todas las tardes-noches cuando salían a regar el jardincito que hoy está más florido que nunca.