martes, abril 30, 2013

El hombre bajo la lluvia

A Ericka Velasquez,
quien conversa con mis demonios.


Hola, Fabri;
Te escribo para saber si hoy estarás en tu casa. Quiero hacerte un test que es mi trabajo parcial y me quiero sacar buena nota. Bueno, quiero que seas mi sujeto, así le decimos los psicólogos a quien tenemos por paciente. Claro, quiero estudiarte porque tu mamá me ha dicho que estás algo loco. Un beso. Chau.

Pasa, pasa, estás en tu casa. Siéntate. ¿Quieres algo para tomar? Ok, todo bien. Hace tiempo que no te veía. ¿Estás cómoda? Ok, yo bien, todo tranquilo, gracias a Dios. Escribiendo estupidez y media. Tú ya sabes. ¿Mi madrina, cómo está? Hace tiempo que no la veo. ¿Tu hermano? Bien, qué bueno que todos estén vivitos y coleando.

Conversamos apenas se sentó en el sillón. No nos veíamos, si mal no recuerdo, hace más de un año. Vestía short negro y un polo suelto que combinaba con sus sandalias muy cómodas para el verano. Cargaba un morral que contenía hojas en blanco, hojas con dibujos de niños de 5 años, muchos lápices, borradores, tajadores. Recordamos nuestra etapa en el colegio de primaria. A los amigos con los que nos hablamos por mails. Pero no tocamos el tema de Willy y su enfermedad, el profesor que fue nuestro tutor en quinto y sexto, y del cual conservo muy buenos recuerdos.

Me cuenta que está en quinto ciclo de Psicología en la San Martin. Que se va hasta Surquillo pero que no siente el viaje porque nunca olvida su MP3 o va leyendo los textos que le dejan. Se ha vuelo una lectora voraz. Lee más de lo que duerme. Nos paramos del sillón y vamos hacia la mesa de madera. Deja caer unas cuantas hojas en blanco, un cuaderno de apuntes y su cuaderno de la universidad. Me acerca un lápiz Mongol y una hoja. Entonces, empezamos con el test, me dice. Yo, asiento y me acomodo en la gruesa silla.

–     Vas a dibujar a un hombre de cuerpo entero, bajo la lluvia.
–     ¿Con zapatos, jean y camisa de dril?
–     Como tú quieras.
–     ¿Con sombrilla?
–     No sé.
–     ¿Con piso?
–     No sé.
–     ¿De día o de noche?
–     ¿Qué parte de cómo tú quieras no has entendido?

Comienzo a dibujar como mejor puedo, recordando cuando dibujaba más o menos bien y ganaba todos los premios de arte en la secundaria. Ella me miraba, y de rato en rato, chequeaba su cuaderno y apuntaba no sé qué en mayúsculas. Yo, seguía dibujando. No despegaba mis ojos de la hoja llena de la pelusita del borrador. No estaba muy seguro de mi dibujo, y sentía que lo estaba haciendo mal. La veía, y ella jugaba con sus dedos, los hacía sonar. Bostezaba y volvía a apuntar.

Hola, Niki;
Estoy de vago. No encuentro chamba. Me he presentado a un par de entrevistas pero sin suerte alguna. Me dijeron que me iban a llamar y hasta ahora estoy esperando. Quiero chamba porque paro misio y estoy sin novia. Y eso que estar con novia es gastar. Pero en realidad te digo, quiero tener la billetera llena y el corazón recontra vacío. Dime cuándo vienes y soy el sujeto que necesitas. Besos.

Sacó un viejo libro de su morral. Había separado unas páginas y leía, concentradísima. Revisaba su celular. Se arreglaba el polo.

–     ¿Cómo vas? ¿Todo bien?
–     Sí, tranquilo. Recién me doy cuenta que no sé cómo he podido ganar tantos premios dibujando.
–     ¿Qué es eso? ¿Eso que está abajo?
–     Su pie, pero me ha salido como un zapato.
–     No te creo. ¿Es un pie?
–     Sí, pero lo dejaré como zapato.
–     Ja ja ja ja ja ja ¿Ya terminaste o sigues?
–     No, ya terminé.
–     Seguro, ¿no?
–     No sé.

Ella no paraba de reír mientras miraba mi dibujo. Escribía en su cuaderno y revisaba los apuntes de su clase. Dejó el celular a un lado. Cerró el libro no sin antes percatarse de dejar en la página indicada el separador, se arregló el pelo, y me habló directamente a los ojos: Ahora me contarás una historia. Y reposó su codo sobre la mesa de madera.

Lima, verano del 2013.

domingo, abril 28, 2013

MUCHACHO MALO

Que solo va a jugar contigo,
querido amigo...

Juan Solo
Querido corazón



He enclaustrado el corazón.

Lo he encerrado en una cajita de madera para que no sienta, para que no grite, para que no salga. Y lo que es más importante, para que no vea y para que no se alegre. La cajita de madera tiene suficiente espacio como para dejarlo bombear que es para lo único que quiero que me sirva. Que bombee toda la sangre que necesito. Si pasa otra cosa: Tranqui, aguanta tu coche, muchacho del demonio, relaja las venas y mete reversa.

Pero este muchacho, la mayoría de veces, se me hace el rebelde. Empieza a latir y me golpea el pecho de gato. Quiere salirse el pendejo, pienso, malhumorado. Quiere romper la débil cajita de madera. No lograrás tu cometido, le digo en voz bajita, y lo arrullo con una canción de cuna para que se relaje y cumpla a cabalidad su función fisiológica. Pero es terco. O no sé si le gusta verme enojado, enojadísimo, con el pelo chispeando.

Recuerdo cierta tarde cuando íbamos por la calle y La Negra pasó caminando y el saltaperico se me emocionó cuando la susodicha levantó la voz para llamarme (gritarme), desde la otra acera, que cómo estaba, que cómo me iba. Qué-chucha-está-pasando-por-la-puta-madre. La-Negra-me-habló. Bum bum. Bum bum. El muchacho se prendió y comenzó con la cantaleta de siempre y ni hablándole ni gritándole. ¿Pero por qué camina así, tremendo monumento? ¿Acaso, para que todos la miremos, para que todos babeemos, para que todos parezcamos una arrecha manada de lobos hambrientos que miran con plan comida a tan culona tan tetona tan mamacita y tan rica susodicha? Sure, sure, brother, le dije. Relaje, carajo, relaje las venas y escúcheme atentamente: No se me vaya muy de avance que esa negra es ya no ya. Mucho camión pa’ tan humilde y estrecho jirón, mi estimadísimo. En serio le digo, adú, por las huevas se me pone happy, por las puras huevas me hace el fiestón del año en mi pobre pechito de gato techero.

Loco, bruto, eso es lo que es. Ni hablándole de usted. Ni tratándolo como un perro. Ay, este muchachito loco que recién está empezando a salir a la calle. Ay, este pequeño saltarín. Ay, este loquillo enamorado. Ay, llamen a los bomberos que está que bota fuego. Ay, se me quema en pasiones. Ay, que me quema, que está que arde. Ay, qué caliente. Ay, qué hot. No entiende, no hace caso cuando uno le habla. Un testarudo. Eso es lo que es. Ay, qué hot.

Madrugada de abril, 2013.