lunes, febrero 25, 2013

EL JUEGO TERMINÓ

Pues, creo, no habrá otra ocasión,
para decirte que no me arrepiento,
de haberte entregado el corazón...

Camila

El juego se terminó en una noche calurosa de febrero. El juego, acabó entre guiños y molestias de todas las partes. Te fuiste, apenas acabó el jugueteo, sin mirar. Tu pelo se alocaba con el viento que entraba por la ventana abierta de par en par. Tu pelo revoloteaba por tu cuello y parecía que quería quedarse pero tú mandabas otra cosa, y entonces los largos cabellos negros obedecieron y siguieron su rumbo sosteniéndose en el ventarrón fresco que se metía sin permiso a la casa, donde estábamos reunidos, fingiendo tranquilidad.

Y fue que el juego culminó mientras abrías la puerta con furia. Sin mirar atrás, sin retroceder un paso, sin dudar, sin hablar. No hiciste nada. Abriste la puerta y en menos de un segundo fugaste como el ladrón que ya tiene el motín y no le interesa más, sólo correr derechito como caballo de carreras, con la adrenalina en la garganta seca por los nervios. Porque así caminaste, rápido, fluido, rapidito. No hiciste una parada. No te cansaste o no querías cansarte. No dudaste.

Te veía, impaciente. Trataba de hablar, pero callaba si alguna palabra lograba ser susurrada por mi boca que no podía mantener cerrada. Pensaba qué decir, y te miraba con ojos tiernos para que no te vayas nunca, pero fue en vano. Te fuiste. Y yo contemplaba tu huida feroz. Me dolió. Fue un puñal. Un puñete directo a la boca del estómago. Me dejó frío. Sin habla. Sin aire. Hincado, y sin nada, porque contigo se fue todo lo poco que podía tener. Y emprendiste el vuelo, para quizás no volver más. Sin despedirte, abriste las alas y planeaste, cuculí. Sin hacerme adiós con la mano. Sin mirarme. Sin, quizás, ni siquiera pensarme.

Y así, el juego culminó con tu salida sin chistar. Y las palabras que se quedaron en mi boca con ganas de salir. Aún están. Y no son las que te estoy escribiendo en esta llorona y cursi carta. Y esas ganas locas de enrollar tus lacios cabellos en mi pecho endeble para olvidar el mal momento y jugar de nuevo, también lo tengo aquí, amarrado entre el corazón y la garganta seca, sin saliva, sin un poquitito de amor.

No hay comentarios: