La cosa es querer mucho, querer con ganas, con
ganas locas, pero sin llegar a la locura. Aunque a veces querer con locura es
bacán, cool, recontra chévere, pero no es algo que me quite el sueño. La cosa
es también que te quieran, y que lo sepas. La cosa no es escribir que te
quieren. La cosa es que te quieran. Simplemente que te quieran más, mucho,
poco, pero que te quieran. Y cuando lo escribes es porque la cosa es que no te
están queriendo. O sí. Pero poco, muy poco, poco y nada. Pero a veces, también,
la cosa no es hacerse preguntas. Que si te quieren. Pues no lo sabes y listo.
Más bacán. A lo secreto. Más cool. Sólo querer sin saber si te quieren o no. Tú
quiere. No conjugues más. El verlo querer déjalo tranquilo. Hazlo tú, y no
esperes. Ejecuta, jugador.
La cosa no es hacerse el dolido. La cosa es llorar
por dentro si algo sientes y reír para seguir queriendo. La cosa es reír. Y
llorar, pero sin que te vean. No seas huevón. La cosa no es que te vean. Es que
te conozcan. La cosa es que si te conocen, no actúes. La cosa es que quieras
naturalmente. No mientas. La cosa es que si te conocen y actúas, eres un
completo y triste huevón. Y ella lo sabe.
La cosa es querer. Que no te importe lo demás. Si
algo dicen, si murmuran, si callan, si ríen. Que te resbale. Eso, no interesa.
La cosa que sí interesa es que quieras de verdad. Que si te gusta, quieras. Que
si quieres, no mientas. Que si piensas en mentir, entonces eres un huevón más.
La cosa no es ser huevón. La cosa es que piensen que eres huevón, estúpido,
mediocre, saco largo, porque, simplemente, quieres con ganas, con ganas locas,
con furia contenida, con la pasión que te sale por los poros. La cosa es amar
desenfrenadamente. La cosa es gritar para que todo el mundo lo sepa. Es gritar
y cagarse de la risa. La cosa, claro está, es gritar por amor, jubilosos,
inflando el pecho, parándonos en firmes, mi soldado.
La cosa es decirle te amo, diariamente, a la chica que amas. Si la amas.
La cosa es decirle perdóname, mi vida, cuando sientas que de verdad hace falta
unas disculpas para seguir amando. Porque no se deja de amar así porque sí, de
la noche a la mañana, porque me picó un mosquito, o porque pasó la más rica del
barrio. Amor es una cosa loca. Amar, es una cosa loquísima, una cosa que te
saca del cuadro, que te hace pensar en segundos y sonreír al despertar. La cosa
es esa, amar sin pausas, en cada momento, en cada instante. Claro, la cosa es
el instante.
La cosa es escribir cuando quieres. Si un escritor se enamora, la
persona a la que le escribe no muere jamás. La cosa es no pensar en morir. La
cosa es vivir. Y soñar. La cosa es amar. Y seguir soñando. La cosa es seguir
escribiendo. La cosa, entonces, es querer escribir cuando se quiere, porque si
se quiere tanto como se escribe… La cosa, es querer. Ya está. Sin pensar. Sin
preguntar. Sin ciencias. Sin doctores. Querer y punto. La cosa es decir te
quiero sin miedos. La cosa es, querer y escribir porque se quiere. Porque se ama.
Porque se sueña. Esa es la cosa, al fin y al cabo, sin ton ni son, sin blanco ni negro. La cosa es la cosa. Simple y
llanamente.
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