Quiero escribir sobre los amores que tengo en mi
corta vida, que son muchos, que me traen cabrón. Es una lista larga, entre
hombres y mujeres. Amores, así como enemigos, tengo pocos. Amores, a primera
vista, son también como los que ahora tengo.
Quiero escribir sobre la mierda de clima que estoy
viviendo en Lima, una mierda total, el clima y Lima. El ciclo climático es
caótico, loco. Un día, en la mañana, hay sol, el cielo amarillo, radiante, me
despierta y yo, feliz, digo: “bueno días mami, ¿cómo estás?”; pero más tarde, como
a las seis (hasta antes), un frío de mierda me congela los dedos y los pasos
que doy, no me da ganas de nada y me confundo entre polerones de tres quilos y
humos negros de cigarros Pall Mall.
Quiero escribir sobre la inseguridad que uno vive
a las once de la noche en el Puente Alipio: Ayer, mi amigo fue a buscarme, como
siempre, para hablar y chismear en pleno frío cagón. Como a las once me dijo
que ya tenía que irse y que lo acompañara al paradero, “vamos al puente pues”,
me dijo, con una sonrisa cabrona. No podía decirle que no, subí a mi casa para
sacar una chalina, un par de guantes y un chullo de alpaca para combatir el frío.
Cuando llegamos al puente habían dos personas que se fueron al vernos llegar,
me sentí malo, muy malo. De repente llegaron dos chicos que sí eran malos de
oficio, y mi amigo y yo sentimos que no teníamos escapatoria alguna. Nos estaban
haciendo un corralito, quería gritar pero nadie me escucharía, no había nadie,
sólo los demás compinches de los muchachos malos. No pasaba el carro de mi pata
y tampoco quería que pasara, no me quería regresar solo, sabía que perdería. Hasta
que pasó un taxi, lo paré y le dije al viejo chofer: “sáquenos de aquí y le doy
mi poto”, estaba asustado, el corazón lo tenía a mil. Salimos del puente y
cuando llegamos a mi casa, al abrir la puerta del taxi, el viejo me dice,
cogiéndome del brazo: “adónde vas, lindo, paga lo que debes, lo que me
prometiste”, “¡viejo cabro!”, le grité y dos monedas de dos soles cayeron en su
asiento y se largó. Los muchachos malos no me metieron tanto terror como aquel
conductor maricón hijo de puta, que menos mal, se fue sin el sabor de mi poto caucásico.
Quiero escribir algo sobre la salsa, ese género
que nunca pasará de moda, ese género que aunque no es mi favorito, me hace
recordar momentos gratos en tercero de media. Escucho salsa casi siempre, si no
es todos los días. La salsa romántica me hace llorar, así como me hiciste
llorar tú en tercero, ¿recuerdas? Escucho esos sones caribeños y me pongo a
bailar como loco pensando que soy el mejor bailarín de salsa en todo el mundo, pensando
que soy ese chibolito Dayiro (un peruanito de cinco añitos que se mueve como
uno de cuarenta que estudió en la mejor academia de salsa del mundo), quiero
igualarlo, quiero ser como él. ¿Han visto cómo se alocan las mujeres cuando un
salsero mueve la cintura sensualmente? Yo siempre trato de mover la cirunta
igual pero los dolores llegan y sólo me queda seguir escuchando salsa,
quebrando mi sueño, cuando escribo algo cursi.
Quiero escribir sobre las peleas que tengo con mi
familia, pero, mejor no, mejor me las reservo porque no quiero que me boten de
la casa; yo quiero largarme con la frente en alto, no con la espalda toda roja por
culpa de los cuchumil correazos que me caerían.
Quiero escribir sobre las mujeres que hoy en día
me traen loco, pero, por segunda vez y pensándolo bien, mejor no, no quiero
quedar mal con una y ganarme con otra, las quiero a todas, si las necesito
recurro a cualquiera y como son varias, pues mejor ¿no? No peco de pendejo, soy
sincero. No peco de jugador, sólo soy humilde y honesto. Existe L, M, A, T, B,
existen muchas. Las quiero a todas y todas me traen loco y todas me confunden. Espero
que esto siga así para tener algo de qué escribir. Espero quererlas siempre,
siempre. Amén.
1 comentario:
vacan hermano,aquella nochesita ia ni habia frio.Pero ia los cojeremos ia veras.tienen algo pendiente por lo cual pagar.
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