miércoles, febrero 15, 2012

SAN VALENTÍN, ¿DE NUEVO?

                      

El amor, que cosa más rara. Me paro. Tomo aire. Expiro. Sí pues, esto es más raro, pero lindo, pienso. Bebo de una un vaso con agua y me como los tres cubitos de hielo que quedaron. Me vuelvo a sentar. Y pienso en los cubitos que ya no están. Y aquí estoy yo.

Recuerdo que ayer, en cierta hora de la tarde cuando el sol quemaba, te vi caminar como modelando, fumando un pitillo largo que te hacía lucir aún más hermosa. Yo estaba en algún asiento de esos buses verdes, grandes, que levantan gente en 28 con Larco. Por la ventanita sucia te reconocí, y me quedé viéndote cuando cruzaste la pista, sin miedo, botando el cigarro que se había consumido hasta la mitad. Y mi mirada se pegó al cigarrillo que clamaba auxilio cuando una nueva rueda pasaba sobre él. Y de repente, subiste al bus y te sentaste en el asiento continuo, dejándome pasmado, con un ataque de tartamudez cojuda.

Sigo sentado y pienso en ti. Mi mirada se pierde a través de la ventana, fijándose en el horizonte nublado de hoy. Es catorce para muchos; me excluyo. Sólo pienso en ti, contemplando las gaviotas que planean en el cielo gris de Lima.

Es catorce, decía, y San Valentín ha llegado para los que Cupido ha dicho: tú sí, camarada. Salgo a la calle. Estoy solo, pero los mejores recuerdos de tus ojos pardos me acompañan. Los enamorados se confunden con los comerciantes de algodón dulce, globos inmensos con formas de corazón y rosas de mentira a una china, varoncito. Se nota a leguas que San Valentín los tiene ahuevados, o es que los más hábiles esperan ese día para, unos, juguetear en algún hotelucho de malamuerte, y otros, hacer su agosto.

Y bien, San Valentín no es para mí, y creo (si la memoria no me juega mal) que sólo pasé un catorce de febrero con esa personita. ¿Lo digo? ¿No lo digo? Tú sabes que fuiste la única, miss. Tú sabes que te estás mintiendo. Te estás acorralando, fingiendo un querer que no es, M. Las gentes nunca ayudaron, y nunca me importaron, tampoco. Pero yo te espero, de nuevo. Estaré donde siempre. Solo, o con algún libro. Me callaré al verte, porque te he dicho hasta lo que nunca he pensado. Y el beso llegará solo. Y tu mentira se quedará deambulando por alguna avenida desolada, donde un poste de luz será lo único que alumbre sus tristes pasos, descorazonados.

4 comentarios:

Isaac Oré dijo...

like. Sigue así.


Saludos.

Anónimo dijo...

Amo como escribes Hermano♥

Karen Cano dijo...

¡Qué hermoso!

Fabrizzio Velaochaga dijo...

Gracias, Karen, me sonrojas.