UNO
La habitación es chica:
dos veladores, un mueble para el televisor y disc compacts, una cómoda que las polillas adoran, una silla donde
cuelga la ropa del día y una cama de dos plazas que se hunde por el peso del
ocupante. Un amarillo sobrio pinta las paredes que lucen sin raspones ni
manchas enormes, excepto detrás de los veladores donde tres rayas y una mancha
como de leche derramada malogran el regular pintado. Cuadros del Alianza Lima
están colgados en tres paredes, y en la que da a la cabecera de la cama luce
colgada la camiseta del gran César Cueto. El cuarto huele mal, a pedo pichi
caca poto. La ventana siempre permanece cerrada. La luz de la lámpara,
prendida.
DOS
Sigue durmiendo. La
puerta de su habitación maloliente está cerrada con seguro, hay unas marcas de
pisadas y unos rasguños a la altura de la chapa. No se escucha nada, ni nadie.
El silencio comienzo a cuchichear.
TRES
Los rayos del sol se
meten por la ventana pero no logran abrirle los ojos, ni molestarlo, ni hacerle
cosquillas. Se quita la frazada estirando la velluda pierna, pateando
instintivamente. Cambia de cachete, se voltea rápido y continúa babeando la
almohada fofa.
CUATRO
Siente que su madre le
habla y se pone en firmes de un solo salto, al costado de la cama, con los ojos
como salidos. Habla, susurra, le dice que todo va a estar bien, le miente,
sonríe, mira al techo, vuelve a sonreír, vuelve a mentir. Se vuelve a recostar,
y ayudándose con los pies se tapa hasta la cintura y cierra los ojos con el
recuerdo de su madre que juguetea en su cabecita stone.
CINCO
Su madre murió hace un
año y medio y él aún no lo supera. Está derrumbado, está dolido, está hecho una
verdadera mierda. Vive solo en un departamento barranquino, frente a un parque
que es campo de borrachos y putas y drogadictos y arrechos jovencitos cada fin
de semana, y al costado, una asistencia pública donde sólo saben colocar
curitas y gasa y estabilizar la presión arterial. En esa asistencia pública
falleció su madre, una madrugada rara y fría, muy fría.
SEIS
El televisor se prende
de improvisto, ha sido programado para encenderse a las nueve con treinta en el
canal 8, en el programa de las noticias deportivas. Haciendo el menor esfuerzo,
coge el control remoto de su mesita de noche y tanteando dar en el punto de la
tele, aprieta varias veces el botón de apagado y tras muchos intentos, el
televisor cesa y vuelve a negro.
SIETE
El señor del 301, como
todos los santos días, comienza a hacer gárgaras a las diez o’clock. Se limpia la boca, la garganta,
el esófago, la faringe, la laringe, los dientes, la lengua, el estómago, los
pulmones, qué no se limpia ese huevón… Produce sonidos maravillosos que no
lograría una guitarra, ni un cajón peruano. Es un beat boxer, y no lo sabe, está perdiendo plata, que alguien le
diga, alguien, por favor… Qué cojudo ese causita, segurito que no sabe lo que
es beat box. Qué tremendo cojudo, cojudazo,
tiene una boca privilegiada ese hijo de puta que me jode todas las mañanas,
siempre treinta minutazos.
OCHO
El bello durmiente
comienza a hablar solo, habla dormido, tratando de abrir los ojos, despegarlos
de los párpados que lo aprisionan a seguir jateando plácidamente. Balbucea,
grita, se tranquiliza, insulta, susurra, pelea, jode, gime, ladra, ríe, se
lamenta… dormido.
NUEVE
Un hambre voraz lo hace
pararse de la cama a regañadientes. Se acomoda el short, se pone un polo maltrecho que encuentra en el piso y abre la
puerta con furia contenida. Camina arrastrando las pantuflas, arrastrando la
infelicidad que lo acompaña adonde vaya. Saca un pan de la bolsa de papel que
está en la alacena y mastica mirando fijo a la nada. Actúa compungido, y de los
ojos que le saltan automáticamente por el consumo de drogas, una lágrima es la
cerecita del pastel que recorre su pómulo prominente hasta caer en un cuadro de
loseta de la cocina. Y, con el ceño fruncido, pasa el bocado, cierra la alacena
y se va de la mano con la mierda revuelta, y la cabeza gacha.
DIEZ
Despierta y con el dedo
índice babeado se saca las legañas que le joden al querer abrir bien los ojos
tristones. Se mira en el espejo y se pasa la mano en los cabellos negros como
peinándose, se desenreda el pelo y como le duele hace gestos con la boca y
pestañea y juega con la lengua. Sonríe mientras se huele la mano, mientras se
mira en el espejo jugando con los perfumes y el labial de su viejita.
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