miércoles, octubre 03, 2012

APRENDÍ

«Escribo porque no tengo perro que me ladre»
Por favor, no me beses (Pag 13) 
Beto Ortiz

Aprendí a ser solo. Sí, porque estar solo es una cosa muy diferente a ser solo. Yo soy. Y eso lo aprendí leyendo, lamentablemente, a Beto Ortiz.

Aprendí a ser loco y loca: loca cuando se necesita y loco cuando quiero. Aprendí a escribir como un tremendo cabro. Aprendí a caminar como una bella doncella. Aprendí a cruzar las piernas al sentarme. Aprendí a comer sin poner los codos en la mesa. Aprendí a ser varón, a tener palabra de hombre, a dar el asiento cual caballero. Falté a la clase para aprender a ser macho y aprendí a ser macho-macho-meeen.
Aprendí a jugar dominó, solitario Spider, buscaminas, pacman y algunos jueguitos de mesa que no sabía que se podían jugar solo, solísimo. Aprendí a hacer pataditas en mi habitación maloliente y darle a la pared alucinando que estoy en un entrenamiento pichanguero de precisión absoluta: derecha, zurda, cabecita, culo, cabecita… mano, sí, porque meter mano no es falta cuando juegas con nadie.

Aprendí a recitar con esa voz estúpida que utilizan los poetas cuando quieren leer en voz alta sus primeros versos para darse un baño de fama prole. Aprendí a decir te quiero pegando el cachete a la ventana, una noche cualquiera, siempre y cuando sea estrellada y el recuerdo de tu perfume me conmueva. Aprendí a ser cursi, a leer poemas apenas me levanto, a escribir cartas y guardarlos en el último cajón de mi cómoda, junto con los chocolates y peluches que nunca te regalé. Aprendí a decir te extraño, ahora que contemplo tu foto enmarcada en la pared donde están los anaqueles sosteniendo mis libros preferidos. Aprendí a bailar tango. Aprendí a bailar salsa, timba y guaracha. Aprendí a bailar rocanrol. Aprendí a bailar el vals para quinceañera, despacio, tratando de no mezclar el lento con la timba y cruzar las piernas y toma, negrita… cintura, mami, cintura. Aprendí a bailar el lento con mi soledad. Aprendí haciendo palmas, primero, tirándome un paso, después, y metiéndome al baila que te baila, con alegría y quimba y saborcito, coloradito, para ser un máster en salsa de salón, Ricky ricón. Aprendí a cantar Amiga mía de Alejandro Sanz. Aprendí a cantar, mientras comía lomo saltado, mientras tomaba una sopa archi-ultra-mega-súper-caliente, mientras me endulzaba los labios con una gran bolsa de esos caramelitos que parecen pelotitas y tienen la bandera de algunos países en la envoltura. Aprendí a bailar tango escuchando a Gardel. Aprendí a recitarte en las mañanas escuchando a Sabina.

Aprendí a tomar café, y a prepararlo. Aprendí a sumergir la galleta Óreo en leche fresca y comérmela en bocados pequeños para que dure. Aprendí a saborear la comida que tenga al frente. Aprendí a distinguir el agua hervida del agua de caño. Aprendí a escuchar. Aprendí a escucharme. Aprendí a tocar lo que no se debe. Aprendí a no tocarme cuando quiero. Aprendí a seguir tocándome cuando ya no hay ganas. Aprendí a decir stop, y no hacerme caso. Aprendí a hacer caso cuando alguien me dijo go, go, run it all free, y sin voltear, fui pa’ lante, jugador, y salí ganao, contento y en carcajeos.

Aprendí a amarte más que nunca. Aprendí que los para siempre casi nunca son para siempre y que los nunca, casi siempre no se cumplen. Porque nunca dejaré de pensar en ti. Y te amaré para siempre, mi vida.
Aprendí a caminar derecho, a mirar a los ojos, a no arrastrar los zapatos. Aprendí a llamar a mis amigos por sus apellidos paternos. Aprendí a enviar mails. Aprendí a ver televisión cultural. Aprendí a escuchar Radio Mágica, la hora de The Beatles. Aprendí a escuchar radio Capital y RPP y pelearme con los interlocutores y venerarlos cuando pienso que están bien. Aprendí a no decir pe, jerma, batería. Aprendí a cruzar las manos cuando expongo algo. Aprendí a meter las manos en los bolsillos cuando el frío cala en los huesos.

Aprendí a dormir a las dos de la madrugada, ni un minuto más. Aprendí a leer antes de dejarme llevar por el cansancio y el sueño absoluto. Aprendí a tomar Coca-Cola sin helar, antes de irme a la cama con el libro de turno. Aprendí a limpiar la caca del gato antes de servirme gaseosa negra en la taza blanca. Aprendí a escribir huevadita y media, antes de meterle mano a la tina donde El Negro mea y caga y uno limpia y limpia como su chacha personal que es. Aprendí a descansar de tres a seis, religiosa y disciplinadamente. Aprendí a experimentar con la comida. Aprendí a romperme la cabeza para saber qué cocinar y agarrar dos bolsas de fideos canuto, Salsati o Campomar, y sancochar, mezclar y tragar. Aprendí a escribir cuando quiero, y no cuando puedo. Aprendí a no escuchar música cuando escribo. Aprendí a escribir en voz alta para ver si las palabras van sonando bonito. Aprendí a escribir de diez a una pe eme. Aprendí a barrer la habitación que no es mía, a trapear la cocina que no es mía, a sacarle el polvo a los adornos que tampoco son míos. Aprendí a cantar música criolla, moviendo de lado a lado la escoba de frágiles cerdas. Aprendí a escuchar a Luchita Reyes y Lucía de la Cruz, apenas bajo un pie de la cama. Aprendí a recitar un poema a viva voz apenas me siento nuevamente con vida. Aprendí a respirar tres veces, antes de abrir los ojos… a decir buenos días a nadie, a voltear siempre a la izquierda para ver si El Negro aún duerme o ya está metiendo el hocico a su plato verde lleno de galletitas de Cat Chow. Aprendí a sacarme de encima la frazada con dibujitos y carritos, imitando a mi mamá. Aprendí a ponerme las pantuflas sin ayudarme con las manos como me enseñó mi papá. Aprendí a despertar solo, a beber un sorbo de agua para que la sangre me lleve a la mocha loca.

Y desde que aprendí a despertar solo, a decirle buenos días a nadie, a suspirar mirando el cielo gris, a cocinar lo que se me ocurra, a mantener limpio un departamento que no es mío. Desde aquel triste día, aprendí a ser sólo, porque estar y ser son cosas muy distintas.

Y sí pues, infeliz, estúpido pero tranquilo. Y solo. Carajo, solísimo, ¿manyas?

Aprendí a ser solo. 

2 comentarios:

Sebastian Rey Rey dijo...

Eres la copia mas barata y vulgar de tú ya sabes quien.

Fabrizzio Velaochaga dijo...

Respóndeme el mail, aunque sea ¿no?