"Píntame su boquita
para yo poder besarle.
Píntame sus ojitos
para que me pueda mirar.
Píntamela enterita
que no se pueda borrar".
Elvis Crespo
Mientras te exponía mi
discursito cursi.
Ayer. Cuatro de la
tarde. Un frío de mierda.
Leías el tabloide
nacional más culto y más aburrido que existe. Te confundías entre titulares
Arial 36 negrita, y fotografías de muertos frescos tapados con páginas y trapos
cochinos, en plena Evitamiento y a la salida de una concurrida discoteca del
cono norte limeño. Mantenías la mirada enterrada en las grises hojas de El
Comercio y sus fuentes pequeñas y pequeñísimas que te hacían acercar la cara y
maldecir la próxima medida de anteojos que tienes que comprar.
Me gustan tus lentes,
querida. Esas dos lunas redondas enmarcadas elegantemente en plástico celeste,
te hacen ver recontra guapa, déjame decirte. Pero qué cólera, carajo, para que
no me hicieras caso. Me perfumé el cuello y tú, nada. Pelo engelado, camisa de
dril y tú, nada. Canté una de Miguel Bosé, recontra bajito, porque sé que te
vacila, después de practicar arduo, mañana tarde y noche, las cabronadas, gestos
y esas vainas, y tú, mamita querida, naca la pirinaca.
Esa vincha que te
sujetaba los pelos locos que habitan en lo más alto de tu cabeza te quedaba
recontra linda, déjame decirte. Te veías como una niña inocente y yo, como un
completo imbécil. Más ignorado que los subtítulos después de la pela y la
canchita y la gaseosa y los manoseos si estás con tu hembrita. ¿Por qué, ah?
¿Por qué me choteas, ah? ¿Te he hecho algo malo, acaso? Mírame, pues, y cágate
de la risa. Tengo ojos bonitos y cejas peludas, y peinado de moda. Mírame,
pues, no seas malita. Mírame con esos ojos tristones para alegrarlos un poquito
que sé que puedo. Deja ese diario cultito y dame frente. Píntame una sonrisa.
Mírame fijo. Clávame un dardo. Yo me dejo, haz conmigo lo que quieras, tienes
entrada libre. Pero mírame. Párame balón, pues, dame ese placer. No seas así.
Sé que quieres. Se te nota.
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