Alan García, piurano querido.
Te escribo, desnudo,
mientras me pinto los labios con el carmín que me regalaste la primera noche de
tragos que tuvimos en tu depa. Sonrío y me sonrojo. El rojo me queda bien. Me
queda precioso. Me veo más maricón que antes, más mujer, mas lady. Siento ganas de besarte, de
apachurrarte con mis brazos enclenques, de morderte el cuello y hacerte vibrar,
que me digas ya no más, stop, tranqui,
que me pellizques susurrándome soy sólo
tuyo, hazme lo que quieras, corazón de melón.
Estoy calato, como Dios
me trajo al mundo. Recién salgo de la ducha. Me he bañado con agua tibia para
recordar el calor de tu cuerpo. Me he tocado, me he chupado. He gritado como
puta cuando me he enjabonado pensando en tu nombre y en tu sexo. Cuando el
jabón se me cayó y lo recogí despacio, te sentí detrás de mí, sentí tu bulto,
tu aliento en mi nuca. Es un placer recordarte con mucha ternura. Sonreí,
delicado, casi me resbalo pero supe cogerme fuerte. El agua chorreaba por mis
partes, recorría delicadamente mi cuerpo. Me sobaba, con cuidado. Me eché el
champú que usabas cuando vivíamos juntos, me masajeé la cabeza por más de media
hora, me sentí bien, más calmado, más tranquilo. Me sobé la cabeza como tú lo
hacías, lento y fuerte, metiendo los dedos entre los cabellos furiosos que
tengo y rascando con las uñas bien cuidadas.
Me visto, paciente. En
calzoncillo voy al ropero y escojo el jean negro que te gustaba porque me
quedaba apretado, qué rico culo, me
decías, y me dabas una palmadita para que avance erguido. Busco un polo en la
cómoda, uno blanco, de cuello, con rayas azules, formalito, como para buscar
novia en Miraflores fumando un pucho. Medias de colores, no son pares,
encuentro las mejores y me las pongo en el acto. El pantalón me ajusta los
huevos, me jode, quiero quedarme con el pantalón y quitarme los huevos, no me
sirven para nada. El polo de cuello hace que me vea más varón que de costumbre.
Zapatos de taco mínimo, en punta, elegantes, negros. Este polo me gusta, me
queda perfecto, pero me hace ver muy hombre.
Me perfumo con la
colonia que alguna noche me dijiste esta
te hace sentir un machazo y nos reímos del chiste. Sí, el frasco azul,
transparente, con letras negras y tapa blanca. Rocío un poco en mis manos, me
sobo los cachetes, el cuello, me peino tratando de aromatizar mis trinches
castaños. Recuerdo tu olor, tu cuello, tu pose machaza cuando hablabas con Karina,
¿recuerdas? ¿Recuerdas a esa mierda? Esa puta te quitaba mucho tiempo y sólo
ibas a mi casa en las noches, media hora, no más. Ibas cansado, con el polo
sucio y arrugado. No me gustaba verte así, pero era el único momento que podía
acariciar tu piel delicada, y me olvidaba de todo y te llevaba a mi cama para
jugar. Recuerdo los juegos y mis risas. Recuerdo tu enojo cuando me callabas, no hagas bulla, huevón, me decías,
poniéndome el dedo en la boca, mientras yo lo chupaba y te manoseaba por encima
del pantalón.
Estoy bien vestido, muy
formal y varonil. Me siento raro, aunque me haya sentido así desde que me
dijeron que tenía que enamorarme de mujeres bonitas, blancas, de ojos y
cabellos claros. Estoy perfumado, huelo rico, huelo a ti, a tu recuerdo. Me veo
como una verdadera puta, puta en celo buscando un macho galante que tenga gruesa la billetera y
el muñeco.
Tengo los labios
pintados de un rojo chillón. Me pinté los labios para recordarte. Tú lo hacías.
Te gustaba llamar la atención, puta de mierda. Lo primero que hice, cuando salí
de la ducha, fue pintarme los labios, calato, mostrando mis pequeñeces a nadie.
Camino calato en mi casa. Juego a que me miran y me ruborizo, y paro el culo
para ver si alguien le da una manito. Pero te recuerdo, de repente, y soy tuyo,
sólo tuyo, tu propiedad, y canto ese tema de Evita Ayllón que me dedicaste en
una madrugada borracha.
Para
que sepan todas, que tú me perteneces, con sangre de mis venas te marcaré la
frente. Para que te respeten aún con la mirada, y sepan que tú eres mi
propiedad privada… Cantabas, con el pecho inflado, chupando
de a pico una chata de ron, molestísimo. Porque
mi pobre alma se retuerce de celos, y no quiero que nadie respire de tu
aliento. Cantabas a pulmón lleno, carraspeando. Me cantabas a la cara, me
gritabas, me ordenabas, me decías qué hacer. Asentía y me cagaba de la risa, también
estaba borracho. Sonreía y te abrazaba, tú no querías abrazarme, me cantabas
con furia loca, porque te pertenezco, me levantabas la cara cogiéndome del
mentón, y me seguías cantando. Me escupías. No dejaba de sonreír, mientras me
mirabas fijo, quitándome lo poco que me quedaba de ropa.
Ahora te recuerdo,
tocándome lento por encima del pantalón, modelando para nadie, mirándome en el
espejo roto, besando de rojo pasión a la soledad que me estruja los huesos
cuando quiere y puede, pintándome el recuerdo rojo de tu amor maricón.
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