viernes, septiembre 14, 2012

LADY PIZARRO Y MI RONQUERA o (crónica contra la albiceleste)


Columna de todos los viernes en La Pichanga.

He quedado ronco. He gritado con mi voz de cabrilla adulta todo el maldito partido. He insultado al árbitro cuantas veces he querido, tocando mi televisor, queriendo atravesarlo cual pela terrorífica para meterle un lapo y ordenarle que  cobre la falta que yo creí que fue. Me he quedado ronco, insultando a lady Pizarro cuando falló el penal, a los pocos minutos que empezó el partido. Que se vaya a la mierda, decía, está maldito ese gringo de puta, agregaba. He quedado ronco, también, porque he escupido todos los insultos que no creía jamás vociferar, en la habitación de mi padre, con la ventaba totalmente abierta y el viento que entraba como Pedro en su casa.

Me mantuve sereno hasta una hora antes del Perú-Argentina. Amigos me preguntaban, me pedían pronósticos, yo ignoraba las peticiones y ejecutaba un plan de salida con un cambio de tema espectacular. Nadie me creía, sabían que no quería hablar de fútbol y me empezaban a preguntar por mujeres. Asentía, alegremente, cuando la mencionaron, escribí un par de cosas y seguí con lo mío. Sonreí cuando me dijo un amigo argento que íbamos a perder por goleada, me mandó un extenso mail diciéndome que nuestra relación amical no se verá afectada por la pérdida de la noche y más vainas, respondí conciso que todo se vería a las ocho con treinta, en el campo de juego, y me despedí, mandándole saludos y besos cariñosos. El tipo me había enviado otro mail: Sos un hijo de puta, ¿crees que le darás pelea a Messi y todo su séquito? Tuve la delicadeza de responderle: El mejor del mundo sabrá jugar como mejor lo hace y en mi Perú querido. Haremos hasta lo imposible, che. No envió más y contento esperé la hora de la hora, ¿de nuestra muerte, amén?

Mis pies comenzaron a moverse cada vez más rápido, incontrolables. Son los nervios, pensé. En el Twitter la gente publicaba al segundo: En el Nacional el público… La selección ya está en camino… Messi luce confundido… Guerrero en la banca… Más me entraban los muñecos y me alucinaba a los jugadores que estarían en la zona de guerra, con toda la afición hinchando y reventándoles los tímpanos, coreando sus nombres y al insignificante yerro, el insulto respectivo.  Me imaginaba a cada uno contra esos cucos gauchos tan soberbios que vinieron tan confiados que hasta prepararon parrila en el living del hotel.

Canté el himno con el pecho inflado, llorando como nunca había llorado. Estaba ansioso, quería que el árbitro pitara el inicio. Por la tele pasaban las caras de Mascherano, de Messi, de Higuaín, los puteé con ganas locas, hijo de puta, cabrón de mierda, les decía, pensando que me escuchaban, sacando el maleante de ventana que ciertas veces me acompaña. El árbitro pitó y se movió la redonda. Pasando el minuto de juego, Farfán desbordó y Di María le metió un señor patadón karate kid, cometiéndole penal. Lo grité, volví a llorar y el bobo se me puso a mil. Lady Pizarro salió a la pasarela, agarró el balón y en puntitas lo colocó en el point, retrocedió pensando en Barbies, corrió pensando en sus caballos, y falló, se arregló el peinado, nervioso, y alentó a sus compañeros frente a un contexto que le quería sacar la entre puta.

Grité el gol que no fue, recité el diccionario lisuriento que alguna vez mi abuelita me enseñó a memorizar, en orden, las más tranqui al comienzo, después las bombardas y el piquito chabacano. Marca ahí, carajo, gritaba. Tírate, huevón, que no la tenga, que no la tenga tanto tiempo, agregaba. Messi y la puta que te parió, decía cuando la tenía La Pulga. ¡Ronaldo, eres el mejor, diablo!, decía y un peruano, en carretilla, le sacaba el balón al enano que nunca se supo parar en el remodelado Nacional que lució espectacular.

Tiro libre, a ver las prácticas con el Mago. Saca Lobatón para Cruzado, al costadito, despacito. Rinaldo le saca un pase de la nada a Advíncula que corría por la banda derecha, el negro que corría tipo Bolt-choro-monce se encontró el balón y sacó un pase a ras de piso para el centro del área argentina. La encontró Zambrano que la punteó y empezó a correr para gritar el primero con toda la gente de Occidente. Grité como nunca. ¡Gol carajo! ¡Argento maricón! ¡Y dónde están, y dónde están…! Grité tanto que los vecinos del edificio tuvieron que bajar para tranquilizarme y darme agüita de Azahar que tomaba de a pocos, gritando con lo poco que me quedaba de aliento y garganta.

Me sigue doliendo el pecho que me golpeé ayer como Tarzán de la selva en el primer gol. Me zumban los oídos. Tengo un dolor espeluznante en la cabeza, me vuelve loco, me saca de quicio, me hace caminar malhumorado y contestar feo y no dejar que Dianita ladre a cuanto salvaje se pone a jugar en el Acapulco. He gritado como nunca, he puteado como nunca, he golpeado mi televisor como nunca, pero está intacto, no se ha roto, no se ha rajado, no se ha quiñado, y eso me saca una sonrisa maricona.  Le escupía a la tele, pisaba fuerte, como parando un balón, pateaba la cómoda como tratando de patear -cual cañón en 28 de julio- cuando lady Pizarro estaba al frente del balón, en ese penal que no supo mandar a romper las redes del cuadro de Messi y compañía.

1 comentario:

Sebastian Rey Rey dijo...

Es una de las columnas más patéticas que he leído.