jueves, septiembre 06, 2012

EXTRAÑO TU DULCE TACONEAR

No quiero disimular
el resto de mi vida…

Camila

Te extraño porque aún recuerdo el beso en la puerta de mi casa cada vez que llegabas. Te extraño porque el olor de tu pelo aún lo siento en mis manos que no pueden abrazarte, que yo no sienten tu piel delicada, tersa, no sienten ese nerviosismo cada vez que te acostabas en mi cama.

Extraño ver tele contigo, todos los sábados, taparnos hasta el cuello y jugar con nuestras manos temblorosas. Extraño sentir tu tristeza, tu risa complicada, extraño ver tu sonrisa a media dar por la desconfianza que yo mismo me gané. Extraño abrazarte y susurrarte en el oído que no quiero que nunca te vayas, never, jamás.

Aún veo tu foto que tengo guardada en el cuaderno de siempre, el turquesa. Ese cuaderno sigue en el librero, nadie lo toca, Analucia sabe que es cosa de nosotros, que ese cuaderno no se abre por nada del mundo. Veo tu foto cuando te extraño, cuando pienso que fui un imbécil al decirte hasta acá nomás, cuando te quise cuidar, cuando no quería que te metieras en cosas mías, fui un imbécil. Quiero llamarte pero detengo la mano cuando tengo que marcar el último número, cuando tengo que apretar la tecla de llamar en el móvil. Tengo miedo, soy maricón, tengo muchas cosas qué decirte pero tengo miedo, y sólo atino a seguir contemplando tu foto y tocar tus dulces labios.

Te mando mensajes que nunca respondes. Los correos son por gusto. A veces contestas los mensajes con monosílabos, pero siento que escribes un parlamento y el orgullo te dice que envíes tres o cuatro letras. Extraño tu orgullo. Extraño el dulce taconear de tus pasos, cuando te acercaban a mí. Tus pasos delicados que hacían que vueles despacio, sosteniéndote en el aire. Extraño respirar el aire de tu boca, cuando nos cansábamos de los besos y las caricias locas.

Aunque no me creas, extraño jugar contigo, cuando peleábamos por saber quién quería más al otro. Cuando te llamaba y nos quedábamos en el teléfono horas y horas, ocultando el sueño, amaneciendo con el cantar del gallo.

Sé que todo ha terminado ya, que nada más se puede hacer, como siempre te escribo, es mejor así, es algo cobarde por mi parte pero es lo mejor para ti. Al fin y al cabo, quiero cuidarte, quiero cuidar esos ojos pardos que brillaban cuando los miraba fijamente, cierto domingo despertando juntos. Esos ojos pardos que quiero refugiar, que nunca lloren, que miren fijo, furiosos, echando llamas y fuegos. Esos ojos que extraño cuando contemplaban la desnudez en la que nos encontrábamos, esos ojos que extraño cuando lloraron por última vez, por mi culpa, por mi gran culpa.  

1 comentario:

Sebastian Rey Rey dijo...

Eres la peor caricatura de isaac que he leido... hahha patetico.. que dira el de todo esta basura