No quiero disimular
el resto de mi vida…
Camila
Te extraño porque aún
recuerdo el beso en la puerta de mi casa cada vez que llegabas. Te extraño
porque el olor de tu pelo aún lo siento en mis manos que no pueden abrazarte,
que yo no sienten tu piel delicada, tersa, no sienten ese nerviosismo cada vez que
te acostabas en mi cama.
Extraño ver tele
contigo, todos los sábados, taparnos hasta el cuello y jugar con nuestras manos
temblorosas. Extraño sentir tu tristeza, tu risa complicada, extraño ver tu
sonrisa a media dar por la desconfianza que yo mismo me gané. Extraño abrazarte
y susurrarte en el oído que no quiero que nunca te vayas, never, jamás.
Aún veo tu foto que
tengo guardada en el cuaderno de siempre, el turquesa. Ese cuaderno sigue en el
librero, nadie lo toca, Analucia sabe que es cosa de nosotros, que ese cuaderno
no se abre por nada del mundo. Veo tu foto cuando te extraño, cuando pienso que
fui un imbécil al decirte hasta acá nomás, cuando te quise cuidar, cuando no
quería que te metieras en cosas mías, fui un imbécil. Quiero llamarte pero detengo
la mano cuando tengo que marcar el último número, cuando tengo que apretar la
tecla de llamar en el móvil. Tengo miedo, soy maricón, tengo muchas cosas qué
decirte pero tengo miedo, y sólo atino a seguir contemplando tu foto y tocar
tus dulces labios.
Te mando mensajes que
nunca respondes. Los correos son por gusto. A veces contestas los mensajes con
monosílabos, pero siento que escribes un parlamento y el orgullo te dice que
envíes tres o cuatro letras. Extraño tu orgullo. Extraño el dulce taconear de
tus pasos, cuando te acercaban a mí. Tus pasos delicados que hacían que vueles
despacio, sosteniéndote en el aire. Extraño respirar el aire de tu boca, cuando
nos cansábamos de los besos y las caricias locas.
Aunque no me creas,
extraño jugar contigo, cuando peleábamos por saber quién quería más al otro. Cuando
te llamaba y nos quedábamos en el teléfono horas y horas, ocultando el sueño,
amaneciendo con el cantar del gallo.
Sé que todo ha
terminado ya, que nada más se puede hacer, como siempre te escribo, es mejor
así, es algo cobarde por mi parte pero es lo mejor para ti. Al fin y al cabo,
quiero cuidarte, quiero cuidar esos ojos pardos que brillaban cuando los miraba
fijamente, cierto domingo despertando juntos. Esos ojos pardos que quiero
refugiar, que nunca lloren, que miren fijo, furiosos, echando llamas y fuegos.
Esos ojos que extraño cuando contemplaban la desnudez en la que nos
encontrábamos, esos ojos que extraño cuando lloraron por última vez, por mi
culpa, por mi gran culpa.
1 comentario:
Eres la peor caricatura de isaac que he leido... hahha patetico.. que dira el de todo esta basura
Publicar un comentario