La chica cuida su
esquina enseñando los dientes. Y también, las tetas. Se acomoda siempre su pelo
largo y rubio sobre el hombro derecho. Se peina cada tanto, y juega con los
rulos que se le forman. Se recuesta en un poste lleno de afiches de perros perdidos
y mensajes llenos de esperanza. Descansa su espalda desnuda, tratando de no
ensuciarse. Busca algo en su cartera… un cigarro. Lo enciende, mientras tararea
una canción de Calamaro y respira, para comenzar la faena.
Hace frío, y está lejos
de casa. Y es que la calle es su lugar, ella sabe bien. Y contenta, risueña,
mira cada auto que pasa por la Arequipa, despacio, viendo el material… Le
piropean, ella sonríe, se toca; ellos le dicen algo, carcajean, siempre van en
grupo, ella siempre está sola, solísima. Y muestra una sonrisa pendeja,
coquetona. Se arregla la falda, se la sube un poco. Se junta las tetas. Se
pinta la boca con carmín. Se mira en un espejo que siempre lleva, rajado por la
mitad, en su cartera con hartos compartimentos. Sonríe, guarda el espejo y
enciende su segundo cigarrillo.
Pasa un Mazda negro,
con lunas polarizadas, y se para frente de la muchacha que no se da cuenta que
el auto se ha estacionado a pocos pasos suyos. Ella, habla por teléfono, mirando
a la nada, y fuma impulsivamente. Alguien baja la luna del auto y comienza a
silbar. La chica sigue hablando, pareciera que atendiera a un cliente porque le
habla sensual y con un tono bajo –como hablan esas putas de mierda a las que
llamas cuando no tienes nada qué hacer y quieres dártela de pendejo con tus
manchita, pe’ causa–. Más silbidos… la chica voltea y mira el auto estacionado,
la luna baja, alguien dentro. Trata de reconocerlo pero está muy lejos y no ve
nada, sólo una silueta que no distingue bien. Se acerca lentamente, mientras
los silbidos cesan. Hay murmullos, susurros. Hace frío, mucho frío.
Es la una de la
madrugada y la calle se va pintando con la Navidad. Las amas de casa hacen su
mayor esfuerzo para decorar las fachadas con lucecitas de melodías chillonas y
papanoeles que trepan para el techo y bajan por la chimenea. Y ahí, ahí, está
la muchacha que conversa con su cliente de la noche… primero, único, sólo ella
lo sabe. Sonríe mientras conversa. Mete casi medio cuerpo al auto, le toca los
timbales al que esté dentro… juguetea, nada más. Cuando ya todo está consumado
y han pactado todo lo concerniente… Ella, mira a todos lados, se acomoda el
pelo e ingresa al auto, al lado del conductor.
Se va, se va, la chica
de pelos rubios y mirada triste. Se va, y se esfuma el amor en sus tacones y
ese perfume riquísimo de chocolate que con tan sólo sentirlo la imaginas entre
sábanas blancas de un hotel de Barranco. Se va, la muchacha que fuma como
condenada... Y se esfuma de mi vista esa puta que me enamora cuando camino por la
Arequipa, todas las noches de diciembre, llorando mis putas penas.
3 comentarios:
inspirado en GIT
Inspirado en una puta que taconea lento, por la Arequipa. ¡Abrazo!
Aunque , pensándolo bien, una cita de GIT hubiese caído bacán. Ese grupo roquero argento. Para la otra. Saludos.
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