Vengo a Chorrillos. Vengo para quedarme, siempre.
Vengo para vivir, para escribir, para sobrevivir, no sé si para morir. Mi papá
está acá y aunque nunca me hizo oficialmente la propuesta de irme a vivir con
él (porque antes era otro mi lugar de diabluras), sé que siempre quiso que yo
viva con él. Entonces mi Tata se puso mal y así lo quiso el Flaco, ya saben. Y mi
papá, desde aquel nefasto día, se iba a quedar solo, y eso no era muy alentador que
digamos. La soledad es buena en ciertos momentos (como este). Cada vez que
puedo (o quiero) acudo a la soledad, la llamo, me voy en soledad, que es una
consejera estupenda, con un Pall Mall entre los dedos, a escribir o tratar de
escribir, en una noche negra, sentado en el malecón, como hoy.
Vengo a Chorrillos, como dije. Vengo para
quedarme, lo repito. Vengo para que mi papá no llame a soledad, no hable con
ella, no hable con él mismo, ante los ojos de la puta soledad que cuando te
quiere joder, te jode y cuando te quiere cagar, es mejor que por cuenta tuya te
vuelvas loco, pero un loco bueno. No más a las rutinas. No más a las comidas en
un dos por tres. No más a las ocho horas frente al computador combatiendo el
insomnio. No más a las cervezas con el puchito azul gritando yo soy ebrio, en
el dormitorio, sin ningún amigo, o enemigo.
Ya estoy en Chorrillos, escribiendo mi primera
crónica, sentado en el malecón, a las seis de la tarde, ante un paisaje
maravilloso, con sólo un lapicero entre los dedos y alguna hoja manchada, rayada, que encontré por aquí: cielo anaranjado con pinceladas de amarillo no chillón, las nubes
cansadas de andar, reposan encima del mar calmado, lleno de balsitas coloridas
que se confunden detrás del muelle, solitario.
1 comentario:
venga no más, para eso chorrillo es suyo!!!! amigos biblioabrazos!!!1 lindas las crónicas:)
biblioverde
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