Si algún día
digo que te creo
no me creas
que te creo,
porque ya
no creo ni en mi reflejo.
Canserbero
No entiendo nada. Nunca entendí nada. Ni siquiera me entiendo yo. No creo en mí. Nunca lo haría. A veces, pienso que me creo, digo que sí, pero en realidad no me creo, me miento, me hago una jugarreta pendeja y me miento tomando la figura de un mayor cojudo de voz ruda, y al mismo tiempo de un niño de tres años loquísimo por su juguete prometido. Caigo en mi juego estúpido.
«Hace un tiempo atrás,
mientras revisaba correos electrónicos encontré un link de aquel blog que me
llamo mucho la atención Con Ajos y Cebollas, realmente un nombre muy peculiar y
que pertenece a un chico de apenas diecinueve años, muy joven por cierto, pero
que aun nos deja en claro la existencia del gran potencial de escritores y
sobre todo amantes de la lectura, en lo personal algo muy resaltante en estos
tiempos y esa manera tan interesante que tiene al expresarse de forma directa y
precisa.
Este joven
creador de este interesante blog, se llama Fabrizzio Velaochaga y según
información brindada es un gran hincha del Alianza Lima, como dicen otros, es
un blanquiazul de corazón. A mi parecer, la forma en la cual escribe nos deja
lelos al momento de leer, porque en su gran mayoría de crónicas demuestra
claramente que no tiene pelos en la lengua y solo se expresa de manera libre.»
Ana
Lucia Carranza.
Nunca me pongo de
acuerdo. Jamás tengo una respuesta igual. No soy normal. Tampoco anormal.
Recuerdo las cosas que nunca pasan, olvido las que se disipan entre los aires
grises de la Ciudad Capital. Y me voy con ellas, y vuelvo. Estoy aquí y allá.
Estoy allá y sigo allá. No vuelvo más. Soy un vagabundo en estas praderas
ruidosas, cochinas. Un ente entre tanta combi desenfrenada.
«Cuando
te refieres a él como escritor, estamos hablando de otra cosa, hablamos de un
joven cuyo talento lo ha adquirido desde las entrañas de su madre y está dentro
de él, y que te puedes dar cuenta cuando comienzas a palpar una de sus
crónicas; esa fluidez, originalidad y un no sé qué que te hacen sentir parte de
sus relatos a tal punto que hasta una lágrima de conmoción podrás derramar.
Talentos de esa magnitud ahora se ven de a pocos, estamos en el centro de una
sociedad donde muchos presumen de haber terminado de escribir un libro, el
quizás no lo ha hecho aún, aunque tampoco sea necesario, ya que al leer cada
relato logramos sumergimos en otro mundo, en su mundo, en el mundo Velaochaga,
ese mundo del chico que no escribe con las manos sino con el alma.»
Diego Morales.
Creo saber todo, y no sé
nada. No sé quién soy. A veces, creo que Shakira. Otras, Ribeyro, salvando las
distancias y mi atrevimiento. Y algunas, muy pocas, yo. No sé porqué existo. No
sé nada. Nunca sabré nada. Hablo de todo, y de nada. No sé ni lo que hablo. Soy
un infeliz que no sabe ni dónde está parado.
«Angustia al filo de la
cama. Verdad sin verdades. La escritura malcriada y acelerada de Bucho, nos
lleva por los rincones de un túnel que jamás pensamos recorrer. Es entonces,
cuando el filo rasguña el alma, la mente. Y en un momento a otro, lo adoras, lo
odias, lo asesinas y lo revives. Eso, son sus crónicas. Un veloz romance en el
tiempo.»
Isaac Oré.
Nunca sabré nada. Nunca.
¿Que quién soy? No lo sé, huevón. Ya te dije. No insistas. Te lo juro. No me
conozco. No me han presentado conmigo mismo. No he tenido el honor de saber
quién chucha soy. ¿Que soy escritor? De verdad que no lo sé, sólo sé que nada
sé, que cuando sepa algo, nada seré, y te lo diré. ¿Qué? Nada. Soy nada. Y
mejor callado. Callado soy alguien. No tengo nada qué decir. Nada más qué
decir. No me encuentro. Ni en los pasos que dejé, ni en el camino azul que me
espera…
Me entiendo poco y nada.
Me pregunto y repregunto lo mismo, cada cinco segundos. ¿Que soy escritor? No
lo sé, compadre. No confíes en mí. Nunca confíes en mí. Que no me conozco. Que
no me han presentado. Sorry.
«Hay cosas que la gente no se pregunta, pero él está para cuestionarte,
para aconsejarte y decirte las cosas sin adornitos. Lo admiro como escritor,
amigo, qué amigo, mi Hermano, digo bien. Con ajos y cebollas hizo que salga de
mi rutina, hizo que vuele y me envuelva en la lectura, cada crónica tiene ese
saborcito picante, exquisito. A seguir adelante que hay mucho por hacer, mucho
por decir, mucho por pelear, mucho por alcanzar, mucho por escribir, hermano
mío.»
Joan Rodas.
«Todos
pueden escribir, pero solo algunos tienen el don de hacerlo bien. A Fabrizzio
lo conocí así como es loquito, amiguero, creativo, transparente y entusiasta; y
es por eso que puedo decir que él tiene este don. Cada palabra que él usa le
sale del corazón directo a esas buenas historias con las que me he regocijado
muchas veces. He leído a muchos pero no los he tratado, así que no puedo dar fe
de que estas personas son lo que escriben, pero si puedo asegurar que Fabrizzio
lo es.»
Carla Vega.
«Con cara
de niño y alma de hombre, esta canción me hace recordar a un patita desaliñado,
buena onda que conocí hace años y debo confesar que no lo soportaba, pero
conforme han pasado los años, el destino nos ha vuelto a unir, él o yo hemos
cambiado pero hay afinidad. Necesariamente
egocéntrico como para reírme, necesariamente relajado como charlar,
necesariamente extrovertido como para fluir, necesariamente bipolar como para
entenderme, más que amigo, hermano.»
Maria Alejandra Díaz.
Soy bipolar. Me entiendo cuando quiero. No
me entiendo cuando quiero. Cuando quiero, no soy bipolar, y no me entiendo,
entendiéndome a la perfección. Soy complicado. Soy sentimental. Soy aniquilado
por mi padre, verbalmente. Soy aniquilado por mi madre, a besos. Y me aniquilo
el corazón, cuando quiero, cuando me da ganas, cuando tengo las putas ganas de
joderme la vida cuando mejor está. No me conozco. Nunca me conoceré. No me han
presentado. No he tenido el honor de presentarme conmigo mismo, baby.
«Identificación.
Eso es lo que siento cada vez que me tomo el tiempo – tiempo bien empleado – de
leer algo escrito por él. Criollo y sensato, logra trasmitir lo que muchos
querríamos lograr; consigue que pensemos “a mí también me ha pasado esto” e
inmediatamente nos sumerjamos en una profunda lectura sobre aquella nostalgia
medida y casi oculta tras cada palabra sin pelos en la lengua. Harta garra, en
sus escritos como en su vida. Fabrizzio siempre tiene una historia que contar…
¡y qué historias!»
Francesca Idunno.
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