miércoles, julio 25, 2012

¿QUIÉN SOY?



Si algún día 
digo que te creo
no me creas
que te creo,
porque ya
no creo ni en mi reflejo.

Canserbero 

No entiendo nada. Nunca entendí nada. Ni siquiera me entiendo yo. No creo en mí. Nunca lo haría. A veces, pienso que me creo, digo que sí, pero en realidad no me creo, me miento, me hago una jugarreta pendeja y me miento tomando la figura de un mayor cojudo de voz ruda, y al mismo tiempo de un niño de tres años loquísimo por su juguete prometido. Caigo en mi juego estúpido.

«Hace un tiempo atrás, mientras revisaba correos electrónicos encontré un link de aquel blog que me llamo mucho la atención Con Ajos y Cebollas, realmente un nombre muy peculiar y que pertenece a un chico de apenas diecinueve años, muy joven por cierto, pero que aun nos deja en claro la existencia del gran potencial de escritores y sobre todo amantes de la lectura, en lo personal algo muy resaltante en estos tiempos y esa manera tan interesante que tiene al expresarse de forma directa y precisa.

Este joven creador de este interesante blog, se llama Fabrizzio Velaochaga y según información brindada es un gran hincha del Alianza Lima, como dicen otros, es un blanquiazul de corazón. A mi parecer, la forma en la cual escribe nos deja lelos al momento de leer, porque en su gran mayoría de crónicas demuestra claramente que no tiene pelos en la lengua y solo se expresa de manera libre.» 

Ana Lucia Carranza.

Nunca me pongo de acuerdo. Jamás tengo una respuesta igual. No soy normal. Tampoco anormal. Recuerdo las cosas que nunca pasan, olvido las que se disipan entre los aires grises de la Ciudad Capital. Y me voy con ellas, y vuelvo. Estoy aquí y allá. Estoy allá y sigo allá. No vuelvo más. Soy un vagabundo en estas praderas ruidosas, cochinas. Un ente entre tanta combi desenfrenada.

«Cuando te refieres a él como escritor, estamos hablando de otra cosa, hablamos de un joven cuyo talento lo ha adquirido desde las entrañas de su madre y está dentro de él, y que te puedes dar cuenta cuando comienzas a palpar una de sus crónicas; esa fluidez, originalidad y un no sé qué que te hacen sentir parte de sus relatos a tal punto que hasta una lágrima de conmoción podrás derramar. Talentos de esa magnitud ahora se ven de a pocos, estamos en el centro de una sociedad donde muchos presumen de haber terminado de escribir un libro, el quizás no lo ha hecho aún, aunque tampoco sea necesario, ya que al leer cada relato logramos sumergimos en otro mundo, en su mundo, en el mundo Velaochaga, ese mundo del chico que no escribe con las manos sino con el alma.» 

Diego Morales.

Creo saber todo, y no sé nada. No sé quién soy. A veces, creo que Shakira. Otras, Ribeyro, salvando las distancias y mi atrevimiento. Y algunas, muy pocas, yo. No sé porqué existo. No sé nada. Nunca sabré nada. Hablo de todo, y de nada. No sé ni lo que hablo. Soy un infeliz que no sabe ni dónde está parado.

«Angustia al filo de la cama. Verdad sin verdades. La escritura malcriada y acelerada de Bucho, nos lleva por los rincones de un túnel que jamás pensamos recorrer. Es entonces, cuando el filo rasguña el alma, la mente. Y en un momento a otro, lo adoras, lo odias, lo asesinas y lo revives. Eso, son sus crónicas. Un veloz romance en el tiempo.» 

Isaac Oré.

Nunca sabré nada. Nunca. ¿Que quién soy? No lo sé, huevón. Ya te dije. No insistas. Te lo juro. No me conozco. No me han presentado conmigo mismo. No he tenido el honor de saber quién chucha soy. ¿Que soy escritor? De verdad que no lo sé, sólo sé que nada sé, que cuando sepa algo, nada seré, y te lo diré. ¿Qué? Nada. Soy nada. Y mejor callado. Callado soy alguien. No tengo nada qué decir. Nada más qué decir. No me encuentro. Ni en los pasos que dejé, ni en el camino azul que me espera… 

Me entiendo poco y nada. Me pregunto y repregunto lo mismo, cada cinco segundos. ¿Que soy escritor? No lo sé, compadre. No confíes en mí. Nunca confíes en mí. Que no me conozco. Que no me han presentado. Sorry. 

«Hay cosas que la gente no se pregunta, pero él está para cuestionarte, para aconsejarte y decirte las cosas sin adornitos. Lo admiro como escritor, amigo, qué amigo, mi Hermano, digo bien. Con ajos y cebollas hizo que salga de mi rutina, hizo que vuele y me envuelva en la lectura, cada crónica tiene ese saborcito picante, exquisito. A seguir adelante que hay mucho por hacer, mucho por decir, mucho por pelear, mucho por alcanzar, mucho por escribir, hermano mío.» 

Joan Rodas.

«Todos pueden escribir, pero solo algunos tienen el don de hacerlo bien. A Fabrizzio lo conocí así como es loquito, amiguero, creativo, transparente y entusiasta; y es por eso que puedo decir que él tiene este don. Cada palabra que él usa le sale del corazón directo a esas buenas historias con las que me he regocijado muchas veces. He leído a muchos pero no los he tratado, así que no puedo dar fe de que estas personas son lo que escriben, pero si puedo asegurar que Fabrizzio lo es.» 

Carla Vega.

«Con cara de niño y alma de hombre, esta canción me hace recordar a un patita desaliñado, buena onda que conocí hace años y debo confesar que no lo soportaba, pero conforme han pasado los años, el destino nos ha vuelto a unir, él o yo hemos cambiado pero hay afinidad. Necesariamente egocéntrico como para reírme, necesariamente relajado como charlar, necesariamente extrovertido como para fluir, necesariamente bipolar como para entenderme, más que amigo, hermano.» 

Maria Alejandra Díaz.

Soy bipolar. Me entiendo cuando quiero. No me entiendo cuando quiero. Cuando quiero, no soy bipolar, y no me entiendo, entendiéndome a la perfección. Soy complicado. Soy sentimental. Soy aniquilado por mi padre, verbalmente. Soy aniquilado por mi madre, a besos. Y me aniquilo el corazón, cuando quiero, cuando me da ganas, cuando tengo las putas ganas de joderme la vida cuando mejor está. No me conozco. Nunca me conoceré. No me han presentado. No he tenido el honor de presentarme conmigo mismo, baby.

«Identificación. Eso es lo que siento cada vez que me tomo el tiempo – tiempo bien empleado – de leer algo escrito por él. Criollo y sensato, logra trasmitir lo que muchos querríamos lograr; consigue que pensemos “a mí también me ha pasado esto” e inmediatamente nos sumerjamos en una profunda lectura sobre aquella nostalgia medida y casi oculta tras cada palabra sin pelos en la lengua. Harta garra, en sus escritos como en su vida. Fabrizzio siempre tiene una historia que contar… ¡y qué historias!» 

Francesca Idunno.

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