No estoy solo, soy solo.
Soy el hombre de mi vida.
Beto Ortiz.
Llora en silencio. Enjuga
tus lágrimas en el polo de turno. Que nadie se dé cuenta de tu desgracia.
Recuerda que eres solo, tu soledad quizás no está, ni la sombra que suele
acompañarte. Ráscate el cachete y piensa un poco, qué hice mal, qué no hice,
qué di, qué me quedé. Piensa en ella, en su fotografía que aún guardas en el
libro que nunca leíste. Piensa en sus besos, en tu cama, en su perfume que
tanto amabas oler cada vez que su pelo rozaba tu nariz puntiaguda. Piensa en el
día que te dijo no, ya no te quiero,
te hizo un bien, ahora estás mejor, pero estas cosas pasan.
Anda a la cocina y sírvete
un vaso con agua helada: tíratelo en la cabeza, mójate el pelo, abre los ojos. Cuando
el agua caiga por tu cara, empieza a llorar, desahógate, llora tanto como
puedas y después sécate y bebe otro vaso con agua, calma tu sed, tranquilízate.
Sonríe mientras bebes, puede que te estén mirando. Sonríe mientras piensas que
todo está mal, nadie tiene porqué verte derrotado. Sonríe cuando no tengas
ganas de sonreír, ayudarás al mundo cojudo en el que vivimos.
Mira el reloj, se te
hace tarde, no llegarás a tu clase de fotografía. Cuenta ovejitas, despacio,
tranquilízate, vuelve a contar, más despacio, respira hondo, piensa qué hacer. No
vayas a estudiar, quédate en casa leyendo un libro de Borges, échate en la
cama, al costado del Negro. No prendas la televisión, lee. Si quieres lee tu
libro de francés que guardas en el librero principal. Deja a un lado a Borges,
sólo por un rato, no lo hagas seguido porque es una falta de respeto. Habla en
francés, a viva voz, grita si puedes, pronuncia pausado, musicaliza las
palabras, sonríe. Habla con el Negro, él te entiende, el único que te entiende,
no le hables huevadita y media, dile lo que tienes en mente, qué quieres
escribir, cómo se llamará tu primer libro, habla con voz varonil, la extraño como mierda, dile sin miedo,
él te entiende. No la llames, si te cansaste de leer francés, no la llames.
Ella está con su gil, con el alguien que no es huevón como tú. No la llames, ya
te dijo que no, que ya no te quiere, busca su foto, ten un recuerdo bonito de
ella, llamarla será por gusto, no te autodestruyas, jugador.
No la llames, tampoco
la olvides. Busca el libro que nunca leíste, desempólvalo, ábrelo y busca la
foto, sonríe cuando la encuentres, recuerda los momentos gratos y revuélcate en
el piso recordando los momentos tristes. Nunca llores, jamás lo hagas, si lo
haces solo, bacán, si hay gente, ni atrevas, no seas un cojudo más. Pon la
fotografía en el velador, tu mesa de ncohe, adórnala, antes de dormir,
contémplala, luego trata de soñar con ella. Nunca la cambies de lugar, déjala
donde la pusiste la primer vez, es el destino, ese es su lugar. Si una lágrima
se aproxima, llora sonriendo, mira la foto y bésala, acércala a tu pecho, te sigo amando, susurra, y llora en
silencio, que nadie te vea.
Aún no duermas, no te
dejes morir tan fácilmente. Lee las crónicas que alguna vez le escribiste,
ponte una mano en el pecho y siente los latidos de tu corazón. Lee las cartas
que nunca le enviaste, contempla su fotografía, ese beso mirando el mar de
Chorrillos, contempla cómo te besaba, se podría repetir, quién sabe. No, no
duermas, espera un poco más. Lee, sin llorar, La chica que amo, crónica con la que ganaste un premio
universitario, crónica que te hizo amarla mucho más, ilusionarte, llorar como un
bebé desconsolado.
Aún no llores, ya
tendrás tiempo para hacerlo, sigue recordándola. Aún la amas, de eso no hay
dudas, no lo niegues porque es peor, juega a que nadie lo sepa, cuéntaselo a tu
mejor amigo, que él te cuente quién lo cagó, ríanse, cáguense de la risa, son
cosas del corazón. Escríbele una carta, pero no se la entregues. Una crónica,
pero no la publiques en tu blog, publícala lejos, en el extranjero: Chile,
Argentina, dile a tu amiga, la de los contactos, que te ayude, que se hagan una,
invítale un café con ron, no le hables de amores, juega a ser pánfilo, hazle
caso en todo.
Escribe te amo en una hoja blanca, letras
grandes, enormes, échale colonia, el perfume que te regaló, mételo en una
botella y anda al malecón. Camina hasta La Herradura, fuma un cigarro, camina
lento, piensa en todo, piensa en ella, juega con tus manos nerviosas, cuida la
botella, que no se caiga, cuando llegues acércate al mar, suspira tres veces y
tira la botella lo más fuerte que puedas, nuevamente suspira tres veces y
vuelve a tierra firme. Contempla el mar, quédate con la brisa y la melodía
chillona de las gaviotas que revolotean. Míralas, cágate de risa. Busca la
botella, trata de encontrarla, grita te
amo, no hay nadie, nunca hubo alguien, quizás nunca lo habrá. Escucha cómo
revienta las olas del mar, es una terapia para el mal de amores, siempre ayuda.
Cuando quieras irte, busca la botella, piensa en los besos que no le diste,
llora en silencio. Si piensas en cómo terminó todo, empieza desde cero la
terapia.
Cuando tengas ganas de
volver, no vuelvas en uno o dos meses. Llora en silencio. Enjuga tus lágrimas
en el polo de turno. Que nadie se dé cuenta de tu desgracia. Ámala en tus
pensamientos, en tus sueños de medianoche. Ámala en silencio, escríbele, chupa
como condenado. Contempla la fotografía, una y otra vez. No te canses de
amarla. Vuelve al mar cuando hayan pasado tres meses, la terapia de siempre,
llora en silencio, ámala como siempre, juega con tus recuerdos, cágate de la risa.
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