Me apagas el teléfono. Por mi culpa, por mi gran
culpa. O de repente no, quizás, quién sabe, puede ser. Tienes tus razones. Y
son válidas. Tus razones por encima de todo. Bah. Tus razones son las que me
enamoran. Tus razones y tus ojos pardos, que brillan cuando el astro rey se
pone en Lima. Tus cabellos que revolotean, juguetean en tu espalda, casi
llegando a tu cintura. Claro, soy un imbécil. Claro, soy una basura. No hago
nada bien. Ni escribir. Escúchame. Lee esto, querida. Soy una basura. Pero
quiero seguir adelante. Contigo. Sólo contigo. No hay nadie más. Pausa. Ahora
estoy yo, con mi soledad. No sé nada de ti. Hoy, no te tengo.
Me apagas el teléfono. Mi voz no te agrada.
Quieres pensar las cosas. No sé, quizás, no, quién sabe, sólo tú, tus motivos y
razones. Caminar contigo ya es un sueño. Y sueño contigo. Despierto queriéndote
besar, apachurrarte con mis débiles brazos y acurrucarte en mi pecho de gato.
No estás. Hoy, no estás. Hoy, seguro nadie quiso. Pero te quiero. Pero te
quiero y con fuerza que siento dentro de mi corazón, y me pongo cursi porque te
quiero. No te siento, hoy, no estás, no estamos, no te dije ni me respondiste,
no supiste ni callé, ni te dije ni me miraste. Estoy sentado al costado del
teléfono, viéndolo de reojo, no sabiendo qué hacer, susurrándole que suene, que
vibre, que seas tú, que cuando te llame que timbre, que vibre, que sepas que
soy yo. No. Hoy, no. No podrá ser. Off.
Cambio y fuera.
Me apagas el teléfono. Me lo tengo bien merecido.
A cocachos aprendí. Mi labor de enamorado. Yo perdí el corazón, una tarde
lejana. Esa canción es maravillosa, como tu sonrisa, y tu caminar lento, de
ganso elegante, de caballo de paso al son de la marinera norteña y el galante
chalán, que soy yo, cortejando, diciéndote sabe qué cosas lindas que te
sonrojas y no puedes más. Marco tu número, deje el mensaje después de la señal:
Amor, este, yo, este, te extraño, quiero que sepas que…este, se me hace difícil
decirte que te quiero por aquí y no poder darte un beso… Es feo ver a la chica
que quieres y no decirle nada. Horrible. Es feo cuando marcas, suena, suena, y
de pronto la grabadora se interpone, ruido, qué hago, piensas, sin hacer algo,
nada, suena el pito y cuelgas, nervioso, y te sientes un perdedor como tantos
en el amor que muchos dicen es efímero.
Me apagas el teléfono. Por mi culpa, por mi gran
culpa. Me golpeo el pecho, siempre me golpeo, y no aprendo, never, ¿why? I don’t now. Tic, toc, ya
es hora, loser. Es tiempo de ser y
no parecer.
1 comentario:
Me gusta la actitud.
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